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SER
UN CABALLERO NO PASA DE MODA, NI TIENE EDAD.
La caballerosidad bien entendida
está al margen del tiempo. No sólo “en la mesa y en el juego
se conoce al caballero”, sino en lo más esencial, el respeto por
los demás, que es respeto por uno mismo y el dominio de los propios
actos: un caballero nunca pierde la paciencia.
La caballerosidad no es cuestión
de cultura, sino de educación. Hay personas muy cultas que no serán,
ni han sido nunca, caballeros, porque carecen de educación. Hay
personas sin una gran cultura, pero educadas, lo que les permite ser caballeros.
Actitudes de un caballero.
La caballerosidad no sólo
se hace de gestos, sino de actitudes, por ejemplo, un perfecto caballero
nunca pierde la paciencia. La razón es que si la perdiese, pondría
en evidencia que no sabe contenerse y esto es impropio de un hombre.
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Un caballero nunca interrumpe a los
demás cuando hablan, entre otras razones, porque supondría
una falta de respeto a las ideas ajenas.
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Un caballero siempre demuestra respeto
por los mayores, porque sabe que la sabiduría radica en ellos.
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Un caballero nunca se alegra de los
errores ajenos, porque supone que la persona que ha errado lo último
que necesita es su burla.
Conductas de caballerosidad.
Hasta aquí unos principios
básicos de caballerosidad, que deben acompañarse de otras
conductas, siendo la más dolorosa la de esperar a comer a una mujer
cuando uno se muere de hambre, la comida se enfría, y nuestra deliciosa
acompañante no parece tener ninguna prisa por empezar.
Entre las costumbres que se están
perdiendo, no sólo por culpa de los hombres, sino por las actitudes
de ciertas mujeres que no quieren ser tratadas como damas (la esencia de
la feminidad), destacamos:
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Ceder el paso o abrir antes la puerta
del coche a la acompañante.
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En los restaurantes, acercar el asiento
a la señora.
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En un transporte público, ceder
el asiento a una señora o a una persona mayor.
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Coger la carga a la mujer. Es más
que chocante ver a mujeres cargadas de bultos a la salida de los supermercados
y los maridos fumando un cigarro. Una foto de esta escena debería
convencer a cualquier juez para concederla el divorcio.
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En los días de frío,
el caballero siempre cede la chaqueta a la mujer.
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Si nuestra acompañante lleva
tacones, siempre se ofrece el brazo. ¿Puedo ofrecerte mi brazo?.
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Si estamos en un acto social, siempre
preguntar a la acompañante si podemos traerle algo. Siempre estar
pendiente de que se sienta atendida y cómoda.
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Nunca fijar la mirada en una mujer
en compañía de otra.
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Cuando la mujer llega tarde a la cita
y se disculpa (hipócritamente porque ninguna mujer que se precie
es puntual) contestarla que “ha merecido la pena la espera”.
Y así podríamos hacer
una lista interminable.
Lo peor de todo es que muchos hombres
renuncian a ser caballeros porque muchas mujeres les califican de anticuados,
lo que es cierto, pero el que realmente es aun caballero no puede dejar
de serlo a pesar de los que le digan. En un estilo de vida. La única
elegida por los que anteponen el respeto y la cortesía a todo lo
demás.
Si las mujeres exigiesen ser tratadas
con caballerosidad, se evitarían muchos de los problemas que leemos
a diario.
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