EL VIAJERO. Geografía
íntima. |
EIN MENSCH, EIN DING, EIN TRAUM.
Tres músicos españoles
viajaron a Viena en 1941 para celebrar en secreto la semana mozardiana.
Viena no se queda en la periferia
de lo esencial. Viena es la esencia de la vida, de una visión trágica
y apasionada de la música y del amor, que son una misma cosa. Una
ciudad que se edificó en el futuro pensando en el pasado, en todos
los pasados posibles, góticos, barrocos mezclados dentro de un mismo
“Ring”, y que sin ese amor por el pasado no hubiese podido crear
su pasión por el futuro en la secesión vienesa “Secessionsstil”.
Viena es lo esencial, la unión perfecta del pasado y del futuro
que todos buscamos, porque mientras se vive se espera.
Empieza el viaje a la esencia de
Mahler.
Mahler dejó Viena en 1909
para ir al Metropolitan de Nueva York, que le firmó un contrato
que le permitía cobrar el triple que en Viena por trabajar sólo
tres meses. Entonces Mahler se enteró de que Alma
le engañaba y escribió a su mujer: "Vivir por ti, morir
por ti. Alma, mi Almita". Y en la partitura de la Décima Sinfonía
-la última- la tinta está corrida por dos lágrimas
allí donde dice: "Adiós, lira mía". El 18 de mayo
de 1911, en Viena, en un hospital de la Mariengasse, llegó el final
y dijo adiós a la vida con una sola frase: ¡querido Mozart!.
El vienés Hugo von Hofmannsthal,
fundador del Festival de Salzburgo, decía que tres cosas hay en
un hombre: un hombre, una cosa, un sueño (ein Mensch, ein Ding,
ein Traum). Aquel hombre escribió su primer poema con catorce años
y habló del paso del tiempo cuando escribió el
caballero de la rosa.
Aquel hombre, presenció el
suicidio de su hijo mayor en Viena, en 1925, y no pudo soportar ver el
estado de su ciudad cuando regresó de Estados Unidos. Al poeta le
falló el corazón pocos días después, durante
el entierro de su hijo.
Había otro vienés
muy montañero, Viktor Frankl, que esperó a los sesenta y
siete años para hacerse piloto y a la pregunta de ¿usted
por qué no se suicida?, respondía: porque hay alguien a quien
amo.
Unos músicos Españoles
(Turina, Rodrigo y Sopeña) viajaron a Viena en 1941 para celebrar
en secreto la semana mozardiana. Aquellos hombres trajeron a Madrid la
costumbre de la música religiosa del domingo vienés y se
fijaron en una iglesia cercana al palacio, el Monasterio de la Encarnación.
Decían que era la única que no desmerecería a Viena,
“podría
estar sin desdoro en Viena”.
Desde siempre, aquellos hombres
viajaron anualmente a la ciudad y disfrutaron de su música.
En agosto de 1969 Federico Sopeña
escribió a Ana Higueras (soprano estable en la década de
los 70 en la Staatsoper y Volksoper) "Has hecho muy bien en hacer este
viaje: Todo antes que seguir amarrada al ambiente musical de aquí.
Disfruto de pensar lo que te va a gustar Viena. Lástima que la Ópera
esté cerrada ahora. Allá iremos cuando debutes. Te recomiendo
para tu alemán leer mucho Heine y apréndelo de memoria. Allí
en Heidelberg vive el más grande filósofo de nuestro tiempo
Heideger. No dejes de ver la biblioteca de la ciudad ¡y el castillo!.
Una buena consecuencia de tu viaje: rezo mejor.”
Aquellos hombres hicieron revivir
la pasión madrileña por Viena que había traído
la reina María Cristina
de Habsburgo-Lorena al casarse con Alfonso XII. Dicen que la reina
lo primero que echó al equipaje fue un piano y lo primero que hizo
en la corte fue enseñarles lo que era un vals.
Era el Madrid de los valses, de
la opereta, del pan de Viena (la primera tahona madrileña de este
pan estuvo en la calle Capellanes) y del chocolate con nata.
Y Madrid se contagió de la
alegría de vivir en Viena. Decía el francés Talleyrand
(París, 13 de febrero de 1754 - París, 17 de mayo de 1838)
que quien no ha conocido aquella época en Viena no ha conocido la
dulzura de vivir. Una época en la que se decía que el más
bello mes de mayo de Europa está en Viena, una época en la
que los domingos vieneses se escuchaban misas en latín y música,
siempre la música en las iglesias de Viena. Una Viena desde la que
salía el Orient Express hacia Venecia, el viaje de bodas obligado
de la aristocracia vienesa de la época.
Siglos antes había llegado
a Barcelona a esposa del archiduque Carlos, Elisabet Cristina de Brunswick-Wolfenbüttel,
a la que llamaron la reina de Barcelona durante la guerra de sucesión.
En Barcelona se instaló la corte austracista, desde 1708 hasta 1713.
Elisabet llegó a la ciudad por el puerto de Mataró y lo celebraron
al estilo vienés con fuegos artificiales durante tres días.
Ya en Barcelona sufragó numerosos espectáculos de teatro
y ópera. Fue regente cuando Carlos III dejó Cataluña
en 1711 para convertirse en Viena en el emperador Carlos VI. Y como no
recordar que la Iglesia vienesa de San Carlos mira en dirección
a España.
Todo esto para recordar y homenajear
a los músicos españoles que soñaron con Viena desde
España, que viajaron a Viena en 1941 para celebrar en secreto la
semana mozardiana, que volvieron siempre que pudieron y que trajeron a
la Filarmónica de Viena a Madrid por primera vez. Un día
hubo un sueño en Viena y toda Viena era el mejor de los sueños.
Una Viena que, como dice el poema de Hofmannsthal, hacía del hombre
un sueño, pero no un sueño plácido, porque no era
plácido ver el desencanto de un mundo que se derrumbaba.
Hugo von Hofmannsthal
Ein Mensch, ein Ding, ein Traum.
Wir sind aus solchem Zeug, wie
das zu Träumen,
Und Träume schlagen so
die Augen auf
Wie kleine Kinder unter Kirschenbäumen,
Aus deren Krone den blaßgoldnen
Lauf
Der Vollmond anhebt durch die
große Nacht.
... Nicht anders tauchen unsre
Träume auf,
Sind da und leben wie ein Kind,
das lacht,
Nicht minder groß im Auf-
und Niederschweben
Als Vollmond, aus Baumkronen
aufgewacht,
Das Innerste ist offen ihrem
Weben;
Wie Geisterhände in versperrtem
Raum
Sind sie in uns und haben immer
Leben.
Und drei sind Eins: ein Mensch,
ein Ding, ein Traum.
Hugo von Hofmannsthal
(Ver
video)
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