EL VIAJERO. Geografía íntima.

VIAJE A NO PARAS.

Un café con el Duque de Lerma

A veces hay demasiadas fiestas y sólo dos pies que no llegan a todas partes. El viajero quiere verlo todo, estar en todas partes, bailar todos los bailes, dejarse llevar por todos los ritmos, pero el viajero sólo tiene dos pies y reparte su edad entre los dos, creyendo engañar a alguien. No paras, le dijo ella.

Empieza el viaje a un baile que no para.

Hubo un tiempo en España en que todo el oro que llegaba de América iba directamente a las discotecas de la época. España estaba gobernada por el valido del rey más juerguista que ha conocido la historia, el Duque de Lerma.

En homenaje a semejante sentido de la vida, el viajero no puede pasar por Lerma sin tomarse un café en su palacio, hoy hotel. Pasea por sus murallas, por la plaza cuadrada, y recuerda la fiesta constante a la que puso fin un Conde Duque que destapó lo que sucedía y que seguramente no sabía bailar. 

Al duque de Flandes se le acabó el oro de América porque es que esto de las fiestas sale por un pico, así que se le ocurrió cambiar la capital de Madrid a Valladolid y dar un pelotazo inmobiliario inolvidable.

Con Felipe III no había problema porque nunca le dijo que no había dinero para otra cacería, otra fiesta,  y siempre haciéndole regalos. 

Cuando se acabó la fiesta se cargaron a su mano derecha,  Rodrigo Calderón, pero el Duque de Lerma era un fenómeno, así que se hizo nombrar cardenal y ya no pudo ser juzgado. En la calle se decía  “para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España se vistió de colorado”.

Aquella noche bailaron como se baila cuando se lleva una vida sin bailar. Hablaron de mil fiestas durante la semana, de la imposibilidad de ir a todas. ¡No paras!, le dijo ella sin parar de enlazar un baile con otro. Bailaron bailes que desconocían, miraban a los demás para intentar aprender, a veces bailaban con el resto de amigos para disimular. Realmente no hablaron, se miraban, sonreían, y ella le decía siempre no. A cambio de tantos noes le prometió algunos síes y una copa. El viajero quiso que la copa fuese de unicornio, como las de aquella mitología medieval que lo curaban todo. Ella no paraba de bailar, de reír, y seguramente es la única vez que el viajero no ha hablado. ¿Para qué?. ¡No paras!. Y ella estaba tan guapa que es que el viajero se quedó sin palabras.


OPINE
Formulario para opinar.
Publicidad
Anúnciese en masmasculino.com.
ir a inicio de página
Copyright © masmasculino.com 
Todos los derechos reservados. El uso de esta información sin autorización expresa de masmasculino.com y al margen de las condiciones generales de contratación de masmasculino.com, será perseguido judicialmente.
Volver a la página anterior