EL VIAJERO. Geografía íntima.

VIAJE A LAS MONTAÑAS. 

El mejor de los padres, como todos y cada uno de los padres del mundo.

Hacía ya tanto tiempo que el viajero no iba por sus montañas que ya ni se acordaba. La verdad es que siempre tuvo miedo, como siempre, pero ella le empujó.

Lo primero que hizo fue abrir los armarios. Algunas cosas no las quiso ver, pero lo superó y cogió su ropa de antes, sus pantalones roídos, su jersey de colorines, su chaleco lleno de chapas que invocaban a los deseos, esos deseos que crecen por encima de nosotros y nos hacen comprender que la vida sin ellos no es vida.

Ya con las botas puestas fue a desayunar, que es reencontrarse con la gente del pueblo. ¿Has visto?. Sí menuda obra. Pásate por gusto. 

Una churrería como solo hay en las montañas, unas magdalenas como sólo se hacen en las tahonas de los pueblos. Una mirada socarrona. Una broma. ¡Parejita!. Y el viajero enfundado en su ropa de otras décadas, creyendo ser el mismo, el mismo que fue tan feliz en la montañas, con aquella churrería, sus perros, sus pinares, sus manantiales …

Ella es un demonio y le puso a prueba por una ruta de pinares espesos que no dejan ver el cielo. Le hizo ir hasta las umbrías que surcan los riachuelos enlazando sierras. El viajero suplicaba que aflojase el ritmo, pero ella se divertía subiendo a los rincones imposibles para coger algo de tomillo, hierba buena, setas …, cosas de brujas.

Comieron como siempre, tras hacer un fuego en la casa del mejor de los hombres, en el jardín, disfrutando del humo, de las hormigas, de las avispas, de olor a leña.

Tomaron café junto a la fuente. Bailaron al son entremezclado del agua y de la guitarra tranquila de un hippy cargado de años que canturreaba canciones junto a un vaso de vino. 

Vieron la noche mirando a la chimenea, mirando a las estrellas, sintiendo que nada cambia, las montañas quedan más altas, las piernas pierden fuerzas, pero siempre quedan lobos contra los que luchar. Sin ellos nos haríamos viejos. 

Amaneció y el viajero cargó la tierra y limpió el campo mientras miraba la casa del padre, el mejor de los padres, como todos y cada uno de los padres del mundo.

LA CASA DE MI PADRE 
Gabriel Aresti, 1963 

Defenderé
la casa de mi padre.
Contra los lobos,
contra la sequía,
contra la usura,
contra la justicia,
defenderé
la casa
de mi padre.
Perderé
los ganados,
los huertos,
los pinares;
perderé
los intereses,
las rentas,
los dividendos,
pero defenderé la casa de mi padre.
Me quitarán las armas
y con las manos defenderé
la casa de mi padre;
me cortarán las manos
y con los brazos defenderé
la casa de mi padre;
me dejarán
sin brazos,
sin hombros
y sin pechos,
y con el alma defenderé
la casa de mi padre.
Me moriré,
se perderá mi alma,
se perderá mi prole,
pero la casa de mi padre
seguirá
en pie.


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