EL VIAJERO. Geografía íntima.

VIAJE AL BALLET

¿A quién miras? ¿Al ballet o las manos del pianista? A ella, sólo a ella.

Decía el viajero que a veces el piano empieza a ser como de la familia. Uno va a oír jazz y hay un piano, una va a escuchar una orquesta sinfónica y se encuentra al director de la orquesta tocando el piano, pero el colmo es cuando uno va al ballet y le ponen delante un piano. ¿A quién miras? ¿Al ballet o las manos del pianista? Pero es que ella era así …

Empieza el viaje al ballet.

Ella llegó tarde para salir más tarde. Se tenía que vestir de largo, adornarse, y todo perfecto, como siempre, todo con su tiempo. El viajero se impacientaba mirando al reloj y temiendo llegar tarde. Pero no decía nada, bueno casi nada, porque lo peor en estos casos es meter prisa.

Cuando llegaron todo estaba previsto para la llegada de otra reina, pero ella sin prisa desenfundó su teléfono para acabar de dar órdenes en una fábrica. Vestida de largo, con moño, con sus joyas, se paseaba indiferente entre los policías y guardaespaldas hablando de algo de producción. ¿Cómo se puede hablar de estas cosas a unos minutos de empezar el ballet?. El viajero se impacientaba en la puerta de entrada.

Cuando se fueron a sentar se encontraron que delante de sus asientos había un piano. El viajero pensó que era una broma, pero les recolocaron en otras butacas cercanas para estar justo al lado del piano y frente al ballet.

El ballet fue como son todos los ballets, esculturas, arte, música. Por fin ella dejaba su teléfono, por fin estaban juntos en un mismo territorio.

En el descanso bailaron en un rincón escondido bajo la escalera, pero les pilló un hombre que iba a coger el ascensor y les dijo que le daban envidia, que él estaba solo, el viajero que tanto sabe de soledad le dijo que todo llega.

Al acabar ella volvió a su territorio, a su teléfono, pero el viajero le pregunto: ¿salón de baile o estrellas? 

El viajero ya sabía la respuesta que ella iba a dar la noche más fría del invierno: las dos cosas.

Subieron al antiguo salón de baile, hoy restaurante de una preciosa ópera, se sentaron bajo un techo lleno de lucecitas en un fondo azul, encendieron otra pequeña estrella de la lámpara de su mesa, y salieron bailando por los antiguos salones de baile, hoy cubiertos con alfombras gigantes, … y cuando regresaron … sacaron fuerzas de donde no quedan, sin importarles el día siguiente, sin importarles nada más que hacer eterna una noche de viaje al ballet que es un viaje a las sorpresas, al piano sin medida y siempre a menos de un metro, a una mujer tan hermosa que comprende que el viajero busque los reservados en los restaurantes. ¿Cómo comer tranquilo entre tantos ojos?, decía el viajero. 

¿A quién miras? ¿Al ballet o las manos del pianista? A ella, sólo a ella.
 

Publicidad
Anúnciese en masmasculino.com.
ir a inicio de página
Copyright © masmasculino.com 
Todos los derechos reservados. El uso de esta información sin autorización expresa de masmasculino.com y al margen de las condiciones generales de contratación de masmasculino.com, será perseguido judicialmente.
Volver a la página anterior