EL VIAJERO. Geografía íntima.

VIAJE A LOS VERDADEROS OJOS

Un hombre y su lazarillo.

Cuando se cruzaban con el viajero siempre andaban con prisas. Tenían que coger el autobús de la mañana que les llevaba a un pueblo cercano donde vendían pescado.  El ya no podía conducir y ella nunca se atrevió a llevar un coche.

Era una pareja tan mayor como fuerte. El se había quedado prácticamente ciego y su mujer le conducía de la mano. El lazarillo que nunca se atrevió a conducir llevaba a un gigante de la mano. El gigante apretaba con fuerza la mano para que nunca se escapase y se dejaba llevar por la mujer que llenó su vida, sus verdaderos ojos.  

Los hijos no llegaron, lo intentaron todo, pero la vida siempre se complica. Se tenían el uno al otro. Sabían que el uno sin el otro no seguiría. Iban corriendo, llegaban tarde al autobús. Los dos sabían que todos los autobuses los cogerían juntos y que si uno de los dos se escapase sin quererlo, porque estas cosas no se quieren, se quedaría pacientemente a esperar al otro en la primera parada, en la segunda parada, en la tercera parada … Esperando sentir su mano, ver con sus ojos, los verdaderos ojos.
 

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