VIAJE A LOS BRUJOS. En abril quemó la vieja el medio celemín. Como casi todos sus viajes, empezó con un piano. El piano era el único acompañante que quedaba a un poeta, un músico, un hombre de arte. Un hombre imprescindible que se iba apagando y ella regaló al viajero la última oportunidad de verle. La voz del músico había ganado en melodía, el piano sólo acompañaba, pero la melodía estaba en la voz. Aquel hombre mayor llenaba el escenario desde una silla de ruedas. Recitaba poemas que hablaban de recuerdos, de árboles plantados por un padre y un hijo, de árboles pequeños que crecen para poder cobijar nidos. Desde la distancia, el cantante no era el cantante, era un recuerdo, el dolor que se siente al recordar al que lo dio todo y nunca recibió nada, era el recuerdo del que plantó un árbol del amor que se secó durante años cuando se fue y al que le han resucitado dos ramas. El viaje, como casi todos sus viajes, acabó junto a un puente medieval. Adiós pareja, les dijo un anciano con ganas de hablar y que se apoyaba en una cachaba. En abril quemó la vieja el medio celemín, ¿sabéis lo que significa?. Y les contó lo que era el celemín. Cuidado con el frio que mata los brotes de flores en abril. Adiós pareja. Cuidado con el frio que anticipa
la mejor primavera, la que se vive cuando se sabe, cuando las canas se
apoderan de las cabezas, y se comprende que no quedan muchas.
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