EL VIAJERO. Geografía íntima.

VIAJE AL ADIÓS

Los corazones rotos son irreparables.

Cuando llegó el viajero, inesperadamente, se encontró con ella. Después de tanto tiempo, tanta distancia, algo recorre el cuerpo, es la memoria que por un momento deja de ser racional y no puede evitar la alegría del reencuentro, aunque sea casual.

Era un sitio público y cada uno se mantenía en un extremo de la sala. Apenas se cruzaron miradas, ni siquiera se hablaron, ella le había dejado claro que nunca le volvería a hablar.

Al principio, ella parecía feliz, su cara estaba llena de sonrisas, luego se fueron difuminando hasta llegar a gestos de dolor. Seguramente estaba despertando la memoria e iba imponiéndose la razón.

Como a veces sucede, las cosas parecen hechas de casualidades y alguien sacó el tema del desamor. Fue una oportunidad para diferenciar el amor de la posesión, el amor de un día, de una semana, el otro … Palabras cruzadas para intercambiarse reproches, justificaciones, qué más da.

El viajero envejecido se levantó y se fue sin cruzar palabra, respetando su deseo, pensando que quizás lo mejor es lo que pudo haber sido y no fue, y olvidando por el camino lo que fue y pudo haber sido. 

Quizás algún día ella quiera volver a hablarle, volver a permitirle acercarse, pero seguramente ese día no llegará, los corazones rotos son irreparables.
 

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