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EL VIAJERO. Geografía
íntima. |
EL VIAJE DEL AGUA
Agua y pasado, memorias y olvido,
jardines vivos y secos.
Los años impiden empezar
los viajes desde el principio. Los viajes empiezan antes, en la memoria.
Aquel viaje empezó mucho antes, queriendo visitar un acueducto romano,
y no pudiendo llegar hasta él, los lugares contienen memorias que
nos acercan a ellos o nos ahuyentan. Este viaje acabó viendo los
arcos de una maravilla, unos arcos inspirados en los acueductos romanos,
unos arcos de ladrillo rojo y piedra blanca, el color de la pasión
y el color de la pureza, los colores que juntos forman el amor que se querría
ofrecer.
El viajero quería algo único
en el mundo. Un acueducto, una fuente, el agua, la flor blanca. El
agua significa la vida, sin agua no hay vida en el desierto. El agua es
la esencia de los jardines y los jardines son el símbolo del paraíso
en la tierra. Ella era ese agua, agua de lluvia sin el que no hay paraíso,
el alma del jardin. Agua y pasado, memorias y olvido, jardines vivos y
secos.
Este viaje empezó desde en
un jardín botánico que habían hecho con semillas recogidas
por dos enamorados que viajaron por el mundo. Pero sólo era un pequeño
punto de partida, el viaje era a otro jardín, el verdadero jardín,
el que busca las sombras, el que se hace con agua, el que debe llenar los
cinco sentidos para poder llamarse jardín. En este momento el viajero
recordó el viaje al acueducto, recordó que ya lo había
vivido y desvivido antes. Y mientras lo pensaba, asediado por un calor
imposible, miraba una fuente circular y perfecta como un anillo. En ella
una mujer escupiendo en el agua, incapaz de comprender lo que significa
el agua en el desierto, y a su lado una niña acechada por una sombra.
El viajero alzó la vista
para ver a lo lejos Medina Azahara, la ciudad construida en honor a una
princesa granadina, cuyo nombre significa flor, y que no pudo olvidar el
color de la nieve de Sierra Nevada. Su príncipe, para alcanzar su
felicidad, mandó plantar miles de almendros alrededor de aquella
ciudad para que un día de primavera ella volviese a ver el manto
blanco del agua. Nieve, frio, muerte, color, blanco, flor, vida.
Cuando entraron en la maravilla
el viajero recordó las palabras de Carlos V recriminándoles
haber destruido algo único en el mundo para construir algo que se
podía ver en cualquier parte. Ella le preguntó si era posible
construir algo nuevo sobre un pasado que se quiere aniquilar. En la maravilla
se veían las ruinas visigodas y sobre ellas el lenguaje de los vencidos,
destruir para olvidar, para matar la memoria no deseada, un deseo irresistiblemente
humano ante un pasado que tortura.
Agua y pasado, memorias y olvido,
jardines vivos y secos. Hombres que transforman la fría nieve del
pasado en flores blancas, sin pretender nunca hacer olvidar las montañas
nevadas, porque todo es uno, ayer, hoy y mañana. Agua, siempre agua,
pero agua blanca.
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video)
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