EL VIAJERO. Geografía
íntima. |
VIAJE AL TIEMPO
Cuando se da todo, ya no queda nada,
como el agujero negro que nos lleva al recuerdo.
El hombre se transforma y lucha
entre el miedo a perder su libertad y un recuerdo del que no puede escapar.
Es la lucha del hombre que ha vuelto de la luna y que sabe que no podrá
volver. El hombre que ha llegado y sabe que es imposible superarlo. El
hombre que no puede dar pasos pensando sólo en si mismo porque no
está solo, porque se debe a otros, a otros más importantes
que él y que mantienen vivo el recuerdo, el agujero negro que une
el ayer con hoy.
Empieza el viaje más difícil
de todos, el viaje al tiempo.
"No nos atrevemos a muchas cosas
porque son difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos
a hacerlas" (Séneca).
Estaban llegando a la cima de una
gran montaña. Ya no puedo más dijo el amigo del cine y pararon
a tomar un café. El viajero miraba al horizonte y recordó
que en el sufrimiento hay satisfacción: el aprendizaje.
Cuando llegaron a la cima el montañero
“de verdad” les dijo: seguir subiendo exigiría volar. Cuando uno
llega a la cumbre siempre hay otra esperando, el deseo de seguir. Y seguir
es dar un paso en el vacío, atreverse a volar, cuestionarse todo.
Responder a la última pregunta: ¿es verdad todo lo que digo
que es verdad?.
Cuando llegaron a la cima iban de
dos en dos atados por una cuerda. Desde entonces sufre vértigo.
Era una especie de pasillo a miles de metros, a los lados el vacío,
la muerte. El pacto entre montañeros es claro: si uno se cae por
un lado, el otro se lanza por el contrario sin pensarlo, quedándose
colgado el vacío, unidos por la cuerda que les ata. Así se
equilibran y quedan columpiados en la altura, a miles de metros en el vacío,
salvando la vida del compañero. Luego se balancean para volver a
cogerse a la pared y poder subir. No puede haber dudas, debe ser inmediato
para poder salvar la vida del otro. Fue la primera vez que supo lo que
significa no cortar la cuerda, no desentenderse, jugársela todo
y dar la vida por la vida.
El viajero sólo tuvo dos
principios, los demás los iba transformando cada día conforme
a su voluntad. Ego sum homo mea voluntate”. Santo Tomás. “Soy hombre
por mi propia voluntad”.
Creía en la libertad y en
la verdad. Confiaba tanto en los que quería que no podía
aceptar la mentira. Si no decía esto una vez al día no era
él. Era demasiado vulnerable, demasiado confiado. Como cuando a
Santo Tomás le dicen sus amigos: mira un burro volando. El santo
lo mira y lo amigos se ríen de su credulidad. Sin dudarlo les respondió
que era más fácil que un burro volase a que sus amigos le
mintiesen.
Que nos roben todo, menos la libertad.
Decía el viajero que si le robaban la verdad le privaban de la libertad.
A la libertad se llega por la propia voluntad, que depende de la verdad.
Los que mienten nos roban la libertad de elegir, repetía incesantemente.
Ego sum homo mea voluntate”. Santo Tomás. “Soy hombre por mi propia
voluntad”.
Creo en la libertad y en la esperanza,
decía Antonio Machado. Y, en silencio, creyendo que nadie le oía,
el viajero susurró el otro pensamiento del poeta: hoy es siempre
todavía.
Años después, cuando
fue a visitar a los que se tuvieron que ir …
En aquella tertulia se calificó
amablemente a los españoles de soñadores. Decía Marañón
que en el juicio final de las naciones a unos se les pondrá en su
haber su aportación a la ciencia y a otros sus sueños.
Pensaba el viajero que el secreto
del viaje no era llegar, era ir. La ciencia, los sueños …
Luego la conversación derivó
inevitablemente a la física cuántica. Hablaron de las
vibraciones del espacio tiempo en fenómenos como las colisiones
de agujeros negros y que se propagan por el espacio. Mientras que en un
agujero negro todo se destruye, podrían existir agujeros negros
pequeños, incluso generados artificialmente, que permitiesen la
conexión espacio tiempo. Y luego habló uno de los físicos
para aclarar que en el Big Bang todo emerge de la singularidad, mientras
el agujero negro todo se absorbe y añadió que es como dar
la vuelta al tiempo de la singularidad.
Al poco se fueron a ver a aquel
joven que grabó su primer disco a los setenta y cinco y fue un grande
hasta casi los cien. Le escucharon sus ritmos boogie-woogie al piano. Bailaron,
claro ella siempre bailaba y bailó con todos. Era un bareto de Blues
de Manhattan y el músico llevaba su famoso traje amarillo y su sombrero
blanco, y la música les teletransportó al Mississippi.
El viajero bailó y ella le
escuchó decir “de ti depende que podamos”. "En caso de duda, cuenta
la verdad" (Mark Twain). Ego sum homo mea voluntate”. Santo Tomás.
“Soy hombre por mi propia voluntad”. Ella le dijo al oído: mientes
más que hablas. Y añadió: a saber cómo se dice
en latín.
El hombre se transforma y lucha
entre el miedo a perder su libertad y un recuerdo del que no puede escapar.
Es la lucha del hombre que ha vuelto de la luna y que sabe que no podrá
volver. El hombre que ha llegado y sabe que es imposible superarlo. El
hombre que no puede dar pasos pensando sólo en si mismo porque no
está solo, porque se debe a otros, a otros más importantes
que él y que mantienen vivo el recuerdo, el agujero negro que une
el ayer con hoy: hoy es siempre todavía. El viajero se supo el hombre
que vivió lo que no se puede volver a vivir. Cuando se da todo,
ya no queda nada, como el agujero negro que nos lleva al recuerdo. Hoy
es siempre todavía. Y se dio cuenta que se había respondido
a la última pregunta: ¿es verdad todo lo que digo que es
verdad?. La única verdad es el agujero negro que une el ayer con
hoy: hoy es siempre todavía. Lo demás es pasar el tiempo
que les separa.
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