El mayor error, el único
importante, es creerse en posesión de una verdad inalterable.
Una verdad disfrazada de principios
éticos que nos autojustifica con el pretexto de ser coherente.
Nos escribe una amiga lectora “que
lo realmente difícil es tener el coraje de modificar aquello que
nos limita y causa sufrimiento, adaptarlo a la realidad personal que es
cambiante por el propio curso del desarrollo evolutivo. Atender lo
genuino en nosotros implica reconocer lo que es importante sobre lo secundario,
priorizar, tomar riesgos y dejar ir algunas cosas, eso de que no se puede
nadar y guardar la ropa. La vida es cambio, así de sencillo, y es
preferible asumir esta realidad cuanto antes. Cambia nuestro cuerpo, la
naturaleza, nuestra sociedad, es imposible no cambiar. Y si es posible
ser fiel a uno mismo dentro de la dinámica propia de la misma vida
que es el cambio, hacer las adaptaciones necesarias, poner a raya a nuestros
propios miedos y apostar por lo que nos hace personas felices y sanas,
relacionarnos bien con nosotros mismos y los otros. Y hacer la magia de
vivir la vida que queremos vivir más allá de todos los condicionantes”.