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 ¿CON CUÁNTOS ANTES?. ¿CON CUÁNTAS ANTES?

Ni idea.


Amantes. Pablo Picasso 1923

Las mujeres llevan la cuenta de sus compañeros sexuales uno por uno, y los hombres la llevan por aproximación, lo que explica por qué dan cifras tan diferentes cuando se les pregunta por su historial amoroso. 

Esta es la conclusión, dada a conocer ayer por la Universidad de Michigan, del psicólogo Norman Brown, investigador invitado del Instituto de Investigación Social de ese centro de estudios superiores, y quien ha desarrollado varios estudios sobre el tema. 

Las encuestas sobre las experiencias sexuales muestran, habitualmente, una diferencia notable en las cifras que dan los hombres y las mujeres sobre el número de parejas que han tenido. 

En los sondeos, en general los hombres confiesan de dos a cuatro veces más parejas sexuales que las mujeres. 

Una posible explicación de esta discrepancia es que los hombres tienden a exagerar su experiencia para beneficiar su reputación sexual y las mujeres optan por rebajar lo que dicen de la suya porque eso protege su imagen. 

Pero Brown considera que la mayoría de los hombres y las mujeres no mienten de manera intencionada sobre su pasado sexual, sino que sacan la cuenta de manera diferente. 

“El método de las mujeres se basa en la enumeración”, señala el psicólogo. “Tienen la tendencia a decir ‘por supuesto que lo sé’ (el número de sus compañeros sexuales) y si se les pide algo más preciso le dirán: “Bueno estuvo Juan, Tomás, etcétera”. Por lo general, esta estrategia subestima los números”. 

En cambio los hombres tienen el “doble de las posibilidades de utilizar sólo una aproximación para responder a la pregunta”, añadió. “Dicen veinte, treinta. La aproximación es una estrategia que produce una sobreestimación”. 

Brown ha realizado varios estudios sobre el asunto. En el mayor y más reciente, realizado en internet el pasado otoño (hemisferio norte), los investigadores consultaron los datos de dos mil sesenta y cinco estadunidenses heterosexuales, no vírgenes, con una edad media de 45 a 50 años. 

Las mujeres dieron un número promedio de 8.6 parejas sexuales durante su vida y el de los hombres fue de 31.9. 

Para evaluar qué porción de las discrepancias numéricas se debía a métodos de cálculo distintos y cuáles eran sólo mentiras, Brown y sus colegas preguntaron primero cuántas parejas sexuales tuvieron en sus vidas y cómo llegaron a ese cálculo. 

Después los investigadores pidieron a los participantes que evaluaran el nivel de honestidad con que respondieron a la pregunta. 

Para sorpresa de Brown, el 21 por ciento de los hombres y un 15 por ciento de las mujeres admitieron que habían mentido o habían presentado cifras que sabían que no eran correctas. 

Analizando las respuestas de los que dijeron la verdad y los que mintieron, Brown descubrió que más de la mitad de todos los participantes que confesaron haber tenido más de 50 parejas sexuales en su vida habían mentido. 

Entre los 76 hombres que aseguraron que habían tenido más de 50 parejas sexuales, 39 mintieron. Y entre las 17 mujeres que aseguraron lo mismo, 11 de ellas mintieron. 

Brown también descubrió que los que exageraron utilizaban más que el resto de los participantes el cálculo aproximado como método para identificar el número de parejas sexuales. 

Según el psicólogo, si se excluye a los mentirosos de esta encuesta, se reducen de manera importante las discrepancias numéricas que tienen los hombres y mujeres sobre su vida sexual. 

De los 6 a los 18 años, el cerebro determina la vida amorosa 
Uno se enamora del mismo tipo de persona para siempre y lo único que sucede es que ésta cambia de rostro. Es el descubrimiento de Helen Fisher, antropóloga de la Universidad de Rutgers, en Nueva Jersey: desde los seis hasta los 18 años, el cerebro traza un mapa que predetermina la vida amorosa hasta la muerte. Este patrón se repetirá una y otra vez, afirma Fisher en entrevista con Crónica. 

Y agrega: “Cuando vamos creciendo empiezan a gustarnos y disgustarnos determinadas cosas, incorporamos valores específicos, ideas y principios. Así, construimos nuestro mapa del amor cerebral que funciona como un conjunto de rasgos que buscaremos en nuestra pareja”. 

Fisher, quien ha investigado durante una década la evolución del amor desde tiempos prehistóricos afirma que “cuando encontramos a la persona que encaja en ese perfil se desencadenan en el cerebro reacciones químicas que despiertan fascinación hacia esa persona”. 

Existe una tendencia genética hacia el amor, señala la antropóloga, “estamos programados por nuestros genes para amar y utilizan la química cerebral para tal fin”. 

El amor es una necesidad fisiológica, un instinto animal y el resultado de un flujo químico en el cerebro, considera la investigadora. 

De acuerdo con Fisher, a los hombres el amor les entra por los ojos: se fijan en la belleza y la juventud porque durante millones de años medían a sus parejas en términos de juventud, salud y fertilidad: necesitaba a una compañera para que les diera hijos sanos. 

Las mujeres, agrega, son más sensibles a la palabra, a los detalles y a la riqueza, “ellas necesitaban calibrar la habilidad de su pareja para proteger a sus vástagos. Y lo hacían escuchando lo que el hombre les decía: no se puede saber si un hombre es amable, generoso y sincero con sólo mirarlo, hay que conversar”. 

A nivel cerebral, revela, “esa locura temporal la producen altos niveles de dopamina y norepinefrina, y un nivel bajo de serotonina. La dopamina es un químico cerebral que produce sentimientos de satisfacción y placer”. 

Además, está asociada con una gran capacidad de euforia y dependencia, que son síntomas de adicción. La antropóloga estadunidense, quien está al frente del departamento de investigación en la Universidad Rutgers, refiere que el alto nivel de norepinefrina, produce pérdida del apetito y el bajo nivel de serotonina tiene que ver con la obsesión de estar con la persona amada. 

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