CINE CON UN HIJO ADOLESCENTE.
Cineclub de David Gilmour. El
niño ya tiene bigote. ¿Cómo se habrá hecho
mayor tan pronto?.
Este libro nos cuenta la relación
del cine con la adolescencia de la mano de un crítico de cine, el
escritor David Gilmour que ante el desinterés de su hijo por el
colegio le permite que abandone la escuela secundaria porque ve que no
conduce a nada, pero le pone una condición: “Podrás abandonar
el instituto, no tienes que trabajar, no tienes que pagar alquiler, puedes
dormir hasta las cinco todos los días y nada de drogas”, y lo único
que le exigió fue ver juntos tres películas a la semana,
elegidas por el padre. “Es la única educación que vas a recibir”,
le dijo Gilmour, quien mantuvo esta estratagema durante los siguientes
tres años de la vida del joven Jesse.
Títulos como Los 400 golpes,
La dolce vita, Desayuno con diamantes, El padrino, Annie Hall, Psicosis,
Gigante, El último tango en París o Un tranvía llamado
deseo, y otros interesantes para conversar como Alerta máxima, Showgirls
o Corrupción en Miami (así hasta cien películas que
se enumeran al final) acercan a un padre con más tiempo para compartir
con un hijo adolescente.
Los silencios se mezclan con las
películas y la complicidad. Con la escusa de las películas
vuelven a tener tiempo para hablarse, para obligarse a escuchar el uno
al otro y todo ello con la descripción de unas películas
magistrales a las que nunca habíamos visto su lado educativo.
Un día, Jesse se matricula
en un intensivo de tres meses en su instituto. Sin que nadie se lo pida,
por su voluntad. Porque ya es adolescente y puede decidir y decidir significa
equivocarse.
“Es una época mágica
que normalmente un padre y un hijo no tienen ocasión de disfrutar
en una fase tan tardía de la vida de un adolescente”, afirma
Gilmour.
Y lo mejor es que el padre también
se autoeduca a sí mismo como responsable de su hijo, y aprende a
tomar decisiones y a asumir las consecuencias. Además, Gilmour no
elude la preocupación ante la incertidumbre de si actúa bien
o mal permitiendo a su hijo que abandone la escuela, una incertidumbre
que se mantiene durante la obra para que el lector decida.
Si bien es cierto que los hijos
adolescentes se encierran en sí mismos, también lo es que
los padres perdemos todas las oportunidades de llegar hasta ellos.
En Cineclub el padre consigue romper
las barreras entre ambos y juntos dan el paso para hablar de cosas de las
que no se habla con un niño. Y es que el niño ya tiene
bigote. ¿Cómo se habrá hecho mayor tan pronto?.
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