SABÍA VIVIR COMPLETAMENTE SOLA. 

Al encuentro de nosotros mismos.

Ella no se cuestiona tener o no razón por hacer las cosas de la manera que las hacía. Nunca había sido convencional pero siempre actuaba de una forma tremendamente escrupulosa al tomar decisiones y al aceptar las consecuencias de sus actos. 

Ella seguía lo que consideraba “su protocolo emocional”. Podríamos llegar incluso a decir que estaba orgullosa de mostrar un cierto desdén que conseguía congelar el alma del algún incauto que osaba acercarse a ella. Sabía vivir completamente sola. 

Un buen día todo su perfecto sistema cartesiano se desbarató, dejándola con un torbellino de emociones que parecían no responder a sus, hasta ese momento, fieles amigos que habían sido el autocontrol y la disciplina. 

Ella decidió estudiarse en profundidad para descubrir que aquello no podía ser más que un error temporal. El tiempo fue pasando y el sentimiento continuaba madurando hacia algo que tomaba forma bajo el nombre de “amor inconfesable” hacia un hombre que por destino no estaba programado para ella.