¿POR QUÉ DAMOS GRACIAS POR LA MÚSICA? Las evidencias neuroquímicas confirman que la música produce frecuencias cerebrales Alfa. La música favorece la producción de dopamina en el cerebro, como el sexo o la comida, según científicos del Instituto Neurologico de Montreal y de la Universidad Mc Gill de Canadá. La dopamina es un neurotrasmisor clave en la sensación de placer que producen otros factores como la comida o el sexo (breves 21), pero sólo la música baja las frecuencias cerebrales Alfa a menos de 8.7mz por segundo, como por ejemplo la de Mozart o los valses de Strauss o la música que vibra a la par de los biorritmos naturales El estado alfa se detecta cuando un electroencefalógrafo marca que nuestro cerebro funciona entre los 7,5 a 14 ciclos por segundo. En dicho estado, nos situamos entre la frontera de lo consciente y lo inconsciente. Es la puerta entre ambos estados de conciencia y esto hace al "estado alfa" permite seguir teniendo una actividad consciente de nuestro pensamiento y cuerpo, es decir, nos damos cuenta de lo que pensamos y sucede a nuestro alrededor. Este estado permite acceder a la información y estados propios del subconsciente, pudiendo aprovechar todo el caudal de ese 90% de "potencia" mental que reside en lo subconsciente. Dicho estado se alcanza desde la antigüedad con el uso de inciensos y oraciones, canciones monocordes (como el gregoriano) o la música de órgano en especial, (que produce unas frecuencias en hertzios muy similares al estado alfa). La música es un instrumento de producción de estado alfa, es decir que lo produce directamente sin necesidad de sustancias peligrosas. El vínculo con la dopamina ayuda a explicar por qué la música es tan popular en las diversas culturas, escribieron los investigadores Robert Zatorre y Valorie Salimpoor de la Universidad McGill de Montreal en un artículo publicado por la revista Nature Neuroscience. El estudio utilizó únicamente música instrumental, lo cual indica que las voces no son necesarias para producir una respuesta de dopamina, afirmó Salimpoor. Se necesitará una investigación más amplia para estudiar cómo pueden contribuir las voces al sentido del placer, agregó. Los expertos señalaron que se hicieron experimentos de tomografía cerebral con ocho voluntarios que fueron escogidos debido a que realmente sentían escalofríos al escuchar ciertos fragmentos de algunas piezas musicales favoritas. Esa característica llevó a los investigadores a estudiar la manera como el cerebro maneja la anticipación y la llegada de un momento musical en particular. Los resultados sugirieron que las personas que disfrutan de la música pero que no sienten escalofríos también están experimentando los efectos de la dopamina, agregó Zatorre. Las tomografías mostraron que los cerebros de los participantes bombeaban más dopamina en una región cerebral llamada cuerpo estriado al escuchar piezas favoritas de música que al escuchar otras melodías. Estudios de resonancia magnética funcional mostraron por su parte en qué partes y en qué momentos ocurrieron esas liberaciones de dopamina. La dopamina aumentó en un sector del cuerpo estriado durante los 15 segundos previos a un momento emocionante, y en una parte diferente cuando finalmente llegó ese instante musical. Zatorre comentó que esta liberación de dopamina tiene sentido: El área vinculada a la anticipación conecta con las partes del cerebro involucradas en hacer predicciones y responder al medio ambiente, mientras que el área de reacción ante el momento musical cumbre está vinculado en sí al sistema límbico del cerebro, que participa en el manejo de las emociones. Para alcanzar estas conclusiones,
los investigadores midieron ciertos factores fisiológicos que se
producen cuando sentimos placer: la frecuencia cardiaca o la temperatura
del cuerpo, entre otros. De esta forma, constataron el efecto real de la
música en el organismo.
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