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MIEDO AL MIEDO.
Vivir apartando miedos.
Un miedo muy generalizado en un
mundo de individualidades es el miedo a una relación, a vincularse.
Nos da tanto miedo que andamos todo el día detrás de una
excusa para romper cualquier relación. A veces conscientemente,
inventando prejuicios, a veces inconscientemente, haciendo lo que sabemos
que romperá todo.
Es el miedo a no acertar, a crearse
más obligaciones, con todas las que ya se tienen, el miedo al fruto
de una relación, al inmenso sacrificio que se recompensa con la
ingratitud innata a todo hijo, el miedo a la traición, al abandono,
a la ruina del que lo da todo para curar al otro. El miedo al sufrimiento
que queda cuanto todo se acaba.
Pero detrás de este miedo
está el peor de los miedos, el miedo a atreverse a verse a sí
mismo como realmente uno es, no como nos mostramos a los demás,
que ya sabemos que es una fachada y a pocos importa las opiniones ajenas,
es el otro miedo, el miedo a reconocer lo que en verdad somos, el miedo
a reconocernos como somos, el miedo a ver la intolerancia en nuestros actos,
el temor o el miedo ante el futuro, la falta de ganas de seguir viviendo,
luchando.
Pero el peor de los miedos es el
de no comprender la trascendencia como forma de existencia alejada a la
razón, y que es el único consuelo del existente sabedor de
que todo es finito.
O quizás el peor de los miedos
sea el miedo a ilusionarse, sabiendo que la mayoría de las ilusiones
se nublan.
Entre todos los miedos, anda el
existente, apartando a su paso todo lo que no conduzca a lo que realmente
importa.
Amor tollit timorem.
El amor quita el miedo.
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