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Muchas historias para decirte
que yo te quiero más.
> Un hombre sólo es realmente un hombre cuando lo da todo por una mujer.
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MESALINA: TE LO DI TODO. Todos sabían que a pesar de la cólera del emperador al conocer la bigamia, sería incapaz de ordenar la muerte de su gran amor. Esta reacción de rendición completa, de ceguera absoluta ante el gran amor, es lo que destaca. Una atracción que no diferencia entre débiles o poderosos, la necesidad de conservar al ser amado.
En la promiscuidad femenina romana destacan Julia, la hija de Augusto a la que se la apodó “la viuda alegre de Roma” por su conocida promiscuidad, Agripina la joven o la famosísima Mesalina, que ha pasado a la Historia como una de las mujeres más promiscuas del Imperio Romano. Su matrimonio con Claudio (del que nació Británico), cuando tenía quince años, no impidió que desarrollara una libertad sexual escandalosa. Valeria Mesalina, hija de Valerio Mesala, se convirtió en la tercera esposa de Claudio, tío del emperador de Roma, Calígula; y quien se convertiría pronto, a su vez, en el emperador. Fue madre de Claudio Tiberio Germánico y Octavia. Mesalina
tenía solo quince años y Claudio contaba con cuarenta y cinco.
Además era cojo, y sordo.
Mesalina se convirtió en una gran asesina que rivalizaba con Livia, la abuela de Claudio, que fuera capaz de envenenar a su marido y a sus nietos por cuestiones de poder. Dentro de sus víctimas, se contaron Livila, hermana de Calígula, porque era demasiado hermosa y tenía cierta influencia sobre el tío Claudio, y Valerio Asiático, por querer apropiarse de sus bellos jardines. Se cuenta en los registros de la antigua Roma que era una mujer de extraordinaria ambición y crueldad. Nunca dudó en utilizar sus encantos para seducir a cualquier hombre que pudiera servir a sus intereses para deshacerse luego de ellos sin importarle el medio utilizado a tal fin. Aunque no había quien se atreviera a decírselo a su marido, los enemigos de Mesalina aseguraban que alquilaba una celda vulgar en uno de los burdeles de la ciudad, adonde acudía bajo el seudónimo de Lycisca, para saciar su incesante necesidad de sexo. Por supuesto, como buena meretriz que se preciaba ser, cobraba por sus servicios, y cada mañana pagaba la comisión al encargado del burdel antes de volver a palacio. Entre las anécdotas de Mesalina se cuenta que decidió competir con todas las prostitutas del Imperio, en cuanto a la cantidad de hombres con los que pudieran unirse sexualmente durante un determinado plazo y, como esposa del Emperador Claudio, les ganó. Ante la evidencia de que manipulaba completamente a su esposo, puso a prueba los límites de su poder y, a pesar de ser la esposa legítima del Emperador, se casó con el cónsul Silio, uno de sus amantes. Ante la bigamia, Claudio reaccionó por primera vez, sabiendo que su poder y el futuro de sus propios hijos peligraban, pues aparentemente planeaban una conspiración para usurpar el trono. Este es el momento esencial de la historia. El amor del emperador por su esposa le hacía incapaz de escuchar los rumores que constantemente le llegaban de ella. Todos sabían que a pesar de su cólera al conocer la bigamia, Claudio sería incapaz de ordenar la muerte de su gran amor y madre de sus hijos. Esta reacción de rendición completa, de ceguera absoluta ante el gran amor, es lo que destaca. Una atracción que no diferencia entre débiles o poderosos, la necesidad de conservar al ser amado. Ambos amantes fueron asesinados por orden del Emperador. Silio, después de comparecer ante el emperador fue obligado a suicidarse, mientras que Mesalina fue asesinada por dos pretorianos en los brazos de su madre, sin que Claudio pudiese presenciarlo, por temor a que concediese el perdón. Así acabaron los siete años de terror, escándalo, desenfreno y lujuria que Mesalina había protagonizado, dejándole al emperador un hijo, Germánico, y una hija Octavia. Tiempo después,
Nerón asesinó a Germánico y se casó con Octavia,
antes de quemar Roma.
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