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HISTORIA - ARTE / Curiosidades históricas.

JOAQUIN NIN Y LA RESPUESTA DE UN PADRE.

A veces una frase condiciona una vida.

Cuando escribimos la historia de Anaïs Nin y Henry Miller nos interesó mucho la relación con su padre y tirando del hilo hemos llegado a una frase del padre a su hijo Joaquín.

El padre de Anaïs era Joaquín Nin y Castellanos (La Habana, 29 de setiembre de 1879 — La Habana, 24 de octubre de 1949) fue un compositor, pianista y musicólogo. Estudió en París, como alumno de Moritz Moszkowski y luego estudió composición con Vincent d'Indy en la Schola Cantorum de París, donde luego enseñó de 1905 a 1908

Se casó con Rosa Culmell, una cantante de ópera de la que se separó más tarde. De esta unión nacieron tres hijos, Thorvald Nin, que se dedicó a los negocios, Joaquín Nin-Culmell, que también fue pianista y compositor, y la escritora Anaïs Nin, que llegó a ser la más conocida de sus hijos, debido a la publicación de sus famosos Diarios y con la que mantuvo una relación incestuosa a la que ya nos referimos en el anterior artículo. Por cierto, que su hermano Joaquín, al que a continuación nos referiremos, escribió varios prefacios para los famosos diarios de su hermana.

El caso es que el padre abandonó a Rosa Culmell y a sus hijos, cuando Anaïs tenía once años y Joaquin Nin-Culmell seis años, y no cuesta imaginar lo que sufrió la madre entre Barcelona, Nueva York y París para poder criar a tres hijos sin ninguna ayuda. 

En 1933 se produce el reencuentro de Anaïs Nin con su padre e inicia una intensa relación incestuosa con él. Gracias al apoyo de Henry Miller y del psicoanálisis rompe con él.

En su libro “Incesto”, Anaïs relata el episodio. “Sus brazos me rodearon. Vacilé. Me atormentaba un torbellino de sentimientos, deseaba su boca, pero tenía miedo, sentía que estaba por besar a un hermano, pero estaba tentada...”. "Habría querido terminar mi diario sin la confesión de un amor prohibido. Por lo menos, quería que mi amor incestuoso quedara sin escribir. Había prometido a mi Padre el más absoluto secreto. Pero una noche, aquí en el hotel, cuando me di cuenta de que no había nadie para hablarle de mi Padre, me sentí ahogada. Y empecé a escribir otra vez, mientras Henry leía a mi lado. Era inevitable. No podía eliminar mi diario cuando alcanzaba el clímax de mi vida, en el preciso momento en que más lo necesitaba para conservar mi sinceridad, por grande que fuera mi crimen." (2 de julio de 1933)

El padre volvió a finales de los años treinta y decía Joaquin Nin-Culmell. "Hasta entonces, cuando coincidíamos en París en los conciertos ni nos saludábamos. Éramos dos extraños.” Como el padre siempre andaba quitándose años, contaba el hijo que “Durante esos años yo le llamaba Joaquinito, mientras que él me llamaba Joaquín". "Cada vez que alguien le preguntaba por su edad para realizar una biografía se quitaba un par de años. Cuando murió, en una de sus biografías se ponía como fecha de su nacimiento 1898, si esto hubiera sido cierto yo había nacido cuando mi padre sólo tenía 10 años".

El padre, Joaquín Nin, fue amigo de Maurice Ravel y uno de los testigos de la génesis del Bolero en 1928, fue miembro de la Academia Española y recibió en Francia la Legión de Honor, pero el recuerdo que el hijo (Joaquín Nin-Culmell) tenía de su padre era muy peculiar: "Era un hombre culto, pulido, que siempre cuidaba, hasta el extremo, su aspecto exterior, pero no tenía ni un sólo átomo de padre". Este punto de vista fue también compartido por su famosa hermana, que en sus diarios deja traslucir un sentimiento de reproche hacia su padre por haberlos abandonado siendo aún pequeños. "Anaïs sufrió mucho por su ausencia, jamás llegó a olvidar que nuestro padre nos dejara, sin embargo, este sentimiento es bastante común en las mujeres". "Cuando de pequeño me acercaba al piano él me pegaba aunque no se lo reprocho, porque yo apenas era un niño que empezaba a andar y él no podía saber si estaba incordiando o en realidad se trataba de una afición". 

Un día el hijo le pregunta al padre: ¿Pero cómo pudiste abandonar a tu mujer y tus tres hijos y no preocuparte durante años?. A lo que el padre le contestó sin inmutarse: ¡Pero tu madre era una mujer excepcional!. Luego le miró a su hijo fijamente y añadió: ¡Al menos yo supe elegir con quien abandonaros!.

Contaba Joaquin Nin-Culmell que esta frase de su padre le condicionó toda su vida. 

Lo más curioso de la relación es que el hijo, al final de sus días, recopiló artículos publicados por el padre en revistas catalanas e investigó la obra musical de su padre.

Lo cierto es que no todos sabemos elegir y, sin duda, saber elegir es lo más difícil de la vida.
 
 

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