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HISTORIA - ARTE / Curiosidades
históricas. |
YO SOY MI MARIDO
Rita Levi-Montalcini, premio Nobel
de medicina. "Decidí no casarme cuando era adolescente. Nunca
habría obedecido a un hombre, como mi madre a mi padre".
Rita Levi-Montalcini es una científica
italiana, Premio Nobel de Fisiología o Medicina en el año
1986 que compartió con Cohen, senadora vitalicia, soltera y feminista
perpetua -"yo soy mi propio marido", dijo siempre.
Demostró que mujeres y hombres
tenemos idéntica capacidad mental, gracias a la molécula
proteica llamada Factor de Crecimiento Nervioso (NGF), que ella descubrió
en 1951 y que juega un papel esencial en la multiplicación de las
células, y sobre el cerebro, su gran especialidad.
Nació en Turín dentro
de una familia de origen sefardí, la decisión precoz de estudiar
y no casarse para no repetir el modelo de su madre, sometida al "dominio
victoriano" del padre; el fascismo y las leyes raciales de Mussolini que
le obligaron a huir a Bélgica y a dejar la universidad; sus años
de trabajo como zoóloga en Misuri (Estados Unidos), el premio en
Estocolmo -"ese asunto que me hizo feliz pero famosa"-, sus lecturas y
sus amigos (Kafka, Calvino, el íntimo Primo Levi), hasta llegar
al presente.
Dijo en una entrevista, “mi padre
era una persona de gran valor intelectual y moral, pero un victoriano.
Desde niña estaba contra eso, porque veía a mi padre dominar
todo, y decidí que no quería estar en un segundo plano como
mi madre, a la que adoraba. Ella no mandaba. Dije a mi padre que no quería
ser ni madre ni esposa, que quería ser científica y dedicarme
a los otros, utilizar las poquísimas capacidades que tenía
para ayudar a los que necesitaban. Que quería ser médica
y ayudar a los que sufrían. Él me dijo: "No lo apruebo pero
no puedo impedírtelo".
Y añadió que “el
comportamiento humano no es genético sino epigenético, el
niño de dos o tres años asume el ambiente en el que vive,
y también el odio por el diferente y todas esas cosas atroces que
han pasado y que pasan todavía”.
“Lo más importante era comportarse
de una manera razonable, saber lo que vale de verdad. Tener un comportamiento
riguroso y bueno, pero sin la idea del premio o el castigo. No existía
la idea del cielo y el infierno. Éramos religiosos, pero la actitud
ante la vida no tenía que ver con la religión. Existía
el sentido del deber, pero sin compensación post mortem. Debíamos
comportarnos bien, eso era una obligación. Entonces no se hablaba
de genética, pero era ese espíritu. Sin premio ni miedo.”
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