NO ME GRITES POR FAVOR.
Toda la razón se pierde cuando
se alza la voz. No me grites, por favor.
Una de las grandes dificultades
a las que se enfrentan las parejas es su incapacidad para bajar el tono
a las peleas.
En estos casos, lo deseable es que
alguno tenga la capacidad de apaciguar, de buscar una salida, pero si uno
de los dos no reconduce la discusión, lo normal es que la bola de
nieve aumente de tamaño y las cosas se hagan más difíciles.
Este problema es especialmente complejo
si un miembro de la pareja es muy crítico y el otro muy sensible,
la dinámica que se va a dar es la de crítica frente a un
estado defensivo.
Por otra parte, los sicólogos
defendemos que hay personas con una incapacidad manifiesta para relacionarse,
normalmente por traumas afectivos o de intimidad durante la infancia, y
estas personas se autodefienden evitando las relaciones íntimas
con otras personas, ante el temor de que sólo les cause daño.
En el lado opuesto se encuentran
los que necesitan de su pareja para superar sus problemas. Si una
persona está con una pareja estable y siente que tiene un problema
y que no puede contar con ella, entonces su soledad es doble.
Algunos sicólogos explican
gráficamente que las relaciones de pareja son como un sillón
que ambos deben compartir. Hay parejas que se sientan en los bordes, tratando
de dejar espacio. Otras se pelean cada centímetro, y en otras uno
se reduce para dar espacio al otro. A unos les cuesta aprender a sentarse;
a otros, poner límites, y a otros comprender esto como un proceso
dinámico, que sufre ajustes en la vida.
Lo esencial es aprender a discutir
sólo por conflictos razonables. Si uno esta en un segundo matrimonio
y al otro le duele que tenga hijos de su primera unión, eso no tiene
solución. Sólo cabe solucionar lo que tiene remedio, y el
resto, sobrellevarlo.
Al final, dos no discuten si uno
no quiere.
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