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CÓMO NOS VEN ELLAS /opinión
femenina |
HAY VIDA FUERA DE LA DISCO.
Buscando a Melibeo en una lata de
música enlatada.
“Un día abrí la
puerta de la discoteca y comprobé que había vida afuera.
Quizás demasiada luz, quizás otra vida, pero vida”. Así
empieza el bestseller que estoy escribiendo sobre la barra del bar en la
disco, entre coctel, bailoteo y coctel.
No consigo pasar de la primera página
pero es que realmente en la disco no se habla demasiado, bueno tampoco
se ve demasiado, sólo se escucha, se escucha música enlatada,
como a mí me gusta, nada en vivo, sin mirar a la cara al músico,
escuchando su respiración sobre el micrófono, aquí
todo es felizmente artificial, todo es previsible, aquí no hay ventanas,
aquí en la disco todo es más oscuro, más al grano,
más sencillo. Bailas, pues bailo. ¿Estás pillao?.
Mira que tengo mala suerte. Es como los juegos de cartas, te descartas
de lo que no quieres y pides otras.
Un día abrí la puerta
de la disco y me cegó la luz exterior y no creo que los de fuera
fuesen más felices que nosotros, enlataditos en nuestra disco con
nuestra música enlatada, con nuestros cócteles, en nuestra
lata de música enlatada. Aquí la vida es fácil, un
bailoteo, fuera adrenalina, y vuelta a casa con las pilas puestas o con
lo que pilles.
¿Bailas?, me pregunta. Le
contesto con una pregunta ¿quién eres?. Me responde “soy
Juan”. Pero tú no eres Juan, tú te llamas Juan, ¿quién
eres?. Yo solo quiero bailar y pasar la noche contigo. Eres una tía
un poco rara, me dice. Entonces tú eres una cosa que quieres otra
cosa, sólo me quieres un rato como cosa y quieres que yo sólo
te quiera como cosa. Nos utilizamos y nos tiramos. Esta vez ya no responde,
me descarta y se lanza a por la siguiente, el descarte.
Yo espero que me diga que es Melibeo,
como en la Celestina, cuando Calisto entra en el jardín persiguiendo
a Melibea y empieza a desvariar. Le pregunta el criado ¿pero qué
dices, tú no eras cristiano?. Y le responde, yo soy Melibeo.
Suena la música enlatada,
la música ya escuchada, la canción ya escuchada con la misma
voz, de la misma forma. Dicen los flamencos que un cantaor canta como un
gramófono cuando lo hace bien, pero siempre igual. Yo le dije que
no era siempre igual, que el ganado cambia, pero le mentí. Yo le
dije que sobreviviría, pero sueño con abrir la puerta de
la disco y escaparme a un tablao de barrio perdido entre la nada para escuchar
a una chiquilla flamenca que empieza, para volver a sentir que no sé
la canción que viene detrás, para volver a sentir la improvisación,
lo diferente, salir de la rutina y sentir que ni el amor ni la música
se pueden enlatar.
Se me acerca otro enlatado, no está
mal, ¿bailas?. No puedo, estoy escribiendo un bestseller. Pasa de
largo, me descarta y dice a la de al lado ¿bailas?. Todo suena igual,
todo se baila igual.
“Un día abrí la
puerta de la discoteca y comprobé que había vida afuera.
Quizás demasiada luz, quizás otra vida, pero vida”. Así
empieza el bestseller que estoy escribiendo sobre la barra del bar en la
disco, entre coctel, bailoteo y coctel.
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