HISTORIA - ARTE / Curiosidades
históricas. |
LA PASIÓN DE LA DIGNIDAD
DE VIVIR
Disfrutar no es hacer lo que se
quiere, sino querer lo que se hace. Solo tenemos el privilegio de luchar.
El hombre a la altura de su obra.
El jugador de Dostoievski destruye
su vida en el juego pero en cada carta pone toda su vida en el juego, como
Velázquez lo ponía en cada pigmento.
Velázquez se medía
con cada obra, dejaba en ella constancia de cada decisión. Seguro
que pensaba algo así: se me ha dado la vida y la oportunidad de
pintar, esta es mi decisión, esta es mi obra, estos son mis actos,
ahora lo vivo, pero siempre viviré con el recuerdo de esta decisión,
con las consecuencias de esta pincelada.
Cada momento vital no tiene marcha
atrás, lo que Woody Allen define como la imposibilidad de volver
a colocar dentro del tubo la pasta de dientes previamente extraída,
lo que se puede conocer como “entropía”.
Para los físicos, como Clausius,
no es tan sencillo. Como los procesos reales son siempre irreversibles,
siempre aumentará la entropía. Así como "la energía
no puede crearse ni destruirse", la entropía puede crearse pero
no destruirse. Podemos decir entonces que "como el Universo es un sistema
aislado, su entropía crece constantemente con el tiempo". Esto marca
un sentido a la evolución del mundo físico, que llamamos
principio de evolución.
Cuando el necio se pregunta ¿lo
que seríamos capaces de hacer si no tuviese consecuencias?, se queda
en los remordimientos por las pasiones ocultas, y olvida que disfrutar
no es hacer lo que se quiere, sino querer lo que se hace.
Y a veces la obra no es suficiente,
hay que luchar por salvar la dignidad, la pasión de la dignidad
de vivir.
Por eso sentimos admiración
a una persona que dignifica lo que hace.
Recientemente sucedió algo
asombroso en una de las grandes plazas de toros.
Era un día de otoño.
Salieron tres toreros, dos jóvenes promesas y otro cincuentón,
que toreaba por la caridad del empresario. Dos promesas frente a un fracasado.
El torero viejo se sabía en su última oportunidad, ante su
última obra. Su cuadrilla parecía andrajosa en comparación
con la de los toreros jóvenes. Hombres viejos fracasados frente
a jóvenes orgullosos. Lo que pasó fue asombroso. La gente
en píe le ovacionó cuando demostró lo que es un estoque
y ante el asombro de todos salió por la puerta grande y lo que es
más, hizo que los otros dos toreros se creciesen y puso la tarde
a la altura de la mejor feria de primavera.
El 11 diciembre de 1920, Caruso,
vestido de Nemorino para interpretar L Elisir, tuvo un acceso de tos que
lo hizo sangrar en el escenario de la Academia de Música de Brooklyn.
Los espectadores le rogaban, llorando, que dejara de cantar, pero él
insistió en terminar el segundo acto.
Solo así merece la pena haber
vivido, cuando se está a la altura de la obra, cuando se dignifica
lo que se hace, porque qué es la vida si no ponemos toda nuestra
dignidad en todos y cada uno de nuestros actos.
(Ver
video)
|