EL VIAJERO. Geografía
íntima. |
CIERRA LOS OJOS PARA VER Y LUEGO
ANDA.
Aún existe el mundo sin mí.
James Joyce.
El viajero tenía que acudir
a Zúrich. Primero se citaron en Paris, luego cambiaron la cita a
Dublín, de nuevo a Trieste y finalmente Zúrich.
Joyce vivió en París
muchos años pero nunca en un domicilio fijo, discutieron sobre el
sitio, se pensó en Dublín, pero Joyce nunca fue “nacionalista”
y mantuvo su pasaporte, luego Trieste por la relación con los hijos.
Pero finalmente se pensó que Joyce siempre fue un exiliado, hasta
de su propia lengua. Cuando a Joyce le dijo el rector de la universidad
que su lengua era el inglés, contestó que no era su lengua,
era el idioma en que escribía. Cuando Joyce nació, el gaélico
ya casi no se hablaba en Irlanda. Cuando Joyce hablaba con sus hijos lo
hacía en italiano. A los niños hay que educarles con amor,
no con castigos, repetía constantemente a Nora.
Así que se citaron en la
ciudad donde estuvo exiliado durante la primera guerra mundial, pero con
una condición hablar en italiano cuando se hablase de su hija, Lucía.
El viajero llegó a Zúrich.
La hija, Lucía, sufrió
esquizofrenia. Joyce intentó ayudarla. Los viajes a Suiza, los médicos,
el dinero que no tenían. Lucia llegó a ser analizada
por Carl Jung, que después de leer Ulises pensó que el padre
también sufría de esquizofrenia.
Ulises, veinticuatro horas de sueños
que encierran a toda la humanidad, por eso no se entiende, porque nadie
entiende a la humanidad.
Joyce conoció a Nora cuando
trabajaba de camarera de pisos en el hotel Finn's, de Dublín. Se
dice que tuvieron su primera cita el 16 de junio de 1904, y por tal motivo
ésta la fecha elegida para ambientar Ulises.
Su hija Lucia nació en verano.
Los hijos siempre nacen un día de verano pensaba el viajero. Ese
año escribió poemas de amor Música de cámara
(Chamber Music) y se le presentaron los primeros síntomas de iritis,
una enfermedad de los ojos que con los años le dejaría casi
ciego.
Qué importa cerrar los ojos
cuando uno ya ha visto a su hija, dijo el viajero. Las hijas de los ciegos
se deberían llamar Lucia, le responden. El viajero contesta que
los hijos se deberían llamar Ítaca, no la Ítaca que
justifica el primer viaje, la Ítaca del que llega a Ítaca
y no encuentra sentido.
Joyce regresó a Dublín
en el verano de 1909. Sus amigos Saint-John Gogarty y Vincent Cosgrave,
le dijeron que Nora le había sido infiel en el pasado. Incluso era
posible que Giorgio no fuese hijo suyo. Tuvo que solucionarlo otro amigo,
John Francis Byrne, y las cartas desesperadas de Nora. Luego visitó
a la familia de Nora, en Galway. Ésta fue su primera visita a la
familia de su mujer, con la que se casaría tras años …
Luego Joyce se enamoró de
una muchacha suiza que ya tenía un amante, y cuyo nombre era Marthe
Fleischmann; se escribieron con asiduidad, pero al parecer ella sólo
le dejó acariciarla en una ocasión. Esta mujer también
aparece reflejada en varios personajes femeninos de Ulises. Al reprocharle
un amigo estas infidelidades, el escritor respondió: “Si me permitiera
alguna limitación en este asunto, para mí sería la
muerte espiritual”.
Ulises contiene una odisea de veinticuatro
horas del 16 de junio de 1904, en la vida de tres dublineses. Leopold Bloom
vaga por las calles de Dublín para evitar volver a casa, en la que
sabe que su mujer, Molly, le está siendo infiel con el tenor de
su grupo vocal aficionado.
Cuando llega a su casa la cama está
todavía caliente. La cama en la que amamos, la cama en la que soñamos,
la cama en la que morimos. La cama está caliente pero no importa.
No importa su forma hundida en la cama. No eres nada. No eres el primero,
no eres el último, no eres nada. Eres sólo una brizna de
hierba como las muchas que lleva el viento, no eres nada. La cama
todavía caliente. Acostándose en ella mata al amante, le
ridiculiza. No eres ni el primero ni el último. No merece la pena
la violencia porque no eres nada, apenas una brizna de hierba, una brizna
entre miles que lleva el viento. Leopold Bloom se sabe un Simbad, viajero
de mundos inexistentes y olvidados, un Simbad que busca cuadrar el círculo.
Entonces hubo un momento de silencio
entre los amigos y se pusieron sobre la mesa varias ediciones de Ulises
y en una de ellas, la del viajero y algún otro, se acababa esa parte
con un punto grande, no un punto ortográfico. Un punto grande en
un capítulo que habla de estrellas. Un punto que Joyce tuvo que
defender ante los editores que no lo entendían.
Mientras que los expertos discuten
sobre el punto, el viajero recuerda una noche en un mirador junto al mar
mirando a las estrellas. ¿Cómo nos verán desde Júpiter?.
Una mujer sin nombre le respondió: como un punto, nada. Así
ve Simbad al amante.
¿Cómo sería
hoy Ulises?, se preguntan. Para Joyce, un viajante de comercio, fracasado
en todo, voyeur en casi todo, que pierde el tiempo con unas relación
inconfesable de carácter epistolar. Un fracaso en todo, principalmente
en el amor de su mujer.
Cuando Ulises volvió a Ítaca
no se conformó, por eso es un héroe o quizás por eso
era un héroe fracasado. No quiso ver el mundo con la indiferencia
de los dioses del Olimpo, que permanecen impasibles ante los hombres que
malviven para recolectar algo de trigo y aceite y que acaban su vida en
un infierno. Ulises desprecia a los comedores de Loto que vivían
únicamente para comer un manjar que les adormece y les hace reposar
no se sabe de qué fatigas. A la vuelta a Ítaca se siente
tentado por una vida placentera y gratísima, pero se aburre, no
puede. Debe hacer algo que le mantenga vivo. Tiene que cambiar el mundo
para mejorarlo. Pero tiene que hacerlo en soledad. Joyce criticaba al personaje
de Fausto de Goethe y decía que no era perfecto porque pasaba demasiado
tiempo con Metistófeles.
El Ulises de hoy en día abandona
a su familia para emigrar y dar de comer a sus hijos, y cuando vuelve su
mujer se ha vuelto a casar con otro, entonces desparece para no perjudicar
esa nueva relación.
El viajero volvió al hotel
deshaciendo el camino, midiendo las distancias, pensando en la mujer que
tuvo nombre. Nebeneinander: junto a otro, uno junto a otro. Nacheinander:
tras otro, uno después de otro. “Cierra los ojos para ver
y luego anda. Aún existe el mundo sin mí”. El viajero sabía
que no había mundo sin ella. ¡Cierra los ojos!. El viajero
los cerró y vio a una niña. Lucía hubiese sido un
buen nombre, o mejor Ítaca. ¡Cierra los ojos y vuelve a cuidar
de Ítaca después de Ítaca!. Ya vuelvo Penélope,
dijo en viajero mirando hacia arriba, hacia un punto desde el que nos miran
a los que miramos.
ULYSSES. CAPÍTULO
TRES: “PROTEUS”, (EL DIOS CAMBIANTE DE FORMA).
Stephen Daedalus, camina sobre
la orilla de la playa de Sandycove.
Stephen cerró los ojos
para oír sus botas aplastando crujientes fucos y conchas. Caminas
a través de ello, sea como sea. Yo, una zancada a la vez. Un cortísimo
espacio de tiempo a través de cortísimos espacios de tiempo.
Cinco, seis: el Nacheinander. Exactamente: y esa es la ineluctable modalidad
de lo audible. Abre los ojos. No. ¡Dios mío! Si me cayera
por una escollera que avanza sobre su base, caería a través
del Nebeneinander ineluctablemente. Voy saliendo adelante bastante bien
en la oscuridad. Mi espada de fresno pende a mi costado. Ve tentando con
ella: así lo hacen ellos. […] ¿Estoy marchando hacia la eternidad
a lo largo de la playa de Sandymount? Chaf, crac, cric, cric.
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