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Muchas historias para decirte
que yo te quiero más.
> Un hombre sólo es realmente un hombre cuando lo da todo por una mujer.
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UN DIAMANTE AZUL PARA UNA MENINA VIENESA. Margarita Teresa de Austria. Un regalo es mucho más que un regalo. A veces, sólo se regala un color. Margarita Teresa de Austria (12 de julio de 1651, Madrid, España – 12 de marzo de 1673, Viena, Austria), Infanta de España y Emperatriz del Sacro Imperio Germánico. Fue hija del rey Felipe IV de España y su segunda esposa Mariana de Austria. Pero la conocemos como la niña de las Meninas de Velázquez. Sus abuelos maternos eran Fernando III, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y María Ana de España, mientras que sus abuelos paternos eran Felipe III de España y Margarita de Austria. También era hermana de Carlos II el Hechizado, el último rey Austria de España. Sin duda era la hija favorita de su padre, el rey Felipe IV, quien en sus cartas privadas se refería a ella como «mi alegría». La comprometieron con su tío materno, Leopoldo I, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. La boda tuvo lugar en Viena el 5 de diciembre de 1666, cuando ella solamente contaba con quince años y él veintiséis. Aparentemente él era muy feo y viejo para ella, pero la pareja fue muy feliz porque a los dos les gustaba el teatro y la música, y viviendo en Viena (cuando se consiguen entradas) ya se sabe. Uno de los eventos más sobresalientes durante el reinado fue representación de la ópera Il pomo d'oro («La manzana de oro») del compositor italiano Marco Antonio Cesti, para celebrar el cumpleaños de Margarita Teresa en julio de 1668. Esta suntuosa representación es comúnmente considerada como la culminación de la ópera barroca en Viena durante el siglo XVII. Il Pomo d’oro fue encargada originalmente a Antonio Cesti para celebrar las bodas del emperador con la infanta Margarita de España en 1666, sufrió varios retrasos antes de su definitiva representación en la corte el 12 y 14 de julio de 1668. La interpretación de aquella ópera, con un reparto de más de 50 personajes con nombre propio, un enorme coro y no menos de 23 escenarios, duró más de nueve horas en sus dos noches de representación. Además de la música de Cesti, la ópera incluía música de ballet escrita por Johann Schmelzer y hasta una escena compuesta por el propio emperador. UN DIAMANTE PARA UNA PRINCESA.
Un espectacular diamante azul-grisáceo brillaba entre la dote matrimonial que Felipe IV regaló en 1664 a su hija Margarita Teresa. El mismo rey seleccionó aquella gema procedente de la India con ocasión del compromiso de la infanta con Leopoldo I de Austria, futuro emperador del Sacro Romano Imperio. Margarita Teresa falleció a la edad de 22 años, a consecuencia del parto de su cuarta hija, María Ana de Austria. Leopoldo se volvió a casar apenas al año, en 1674. Tras la muerte de Margarita Teresa, el viudo retuvo la joya, que acabó recayendo en sus herederos. A raíz de la boda de la archiduquesa María Amalia de Austria con el príncipe heredero de Baviera, Carlos Alberto, la gema pasó a integrar el patrimonio de la familia Wittlesbach desde 1722. En 1722, la piedra preciosa llegó a la familia Wittelsbach con motivo del matrimonio de la archiduquesa Maria Amalia de Austria con el príncipe heredero de Baviera Carlos Alberto y el diamante lo llevaron los sucesivos monarcas bávaros en la orden del Toisón de Oro y en la corona real bávara hasta la abdicación en 1918 del rey Luis III de Baviera. La joya, a cuyo valor histórico se suma la rareza del color y sus 35,56 quilates, ha sido subastada por la sala Christie's de Londres y es uno de los pocos diamantes azules conservados hasta nuestros días. Junto al Kohinoor (propiedad de la corona británica), el Regent, que aloja el Museo del Louvre, o el Orlov, uno de los orgullos del Kremlin. UN REGALO ES MUCHO MÁS QUE UN REGALO. Para un rey del XVII un brillante, aunque fuese azul, no supone nada histórico, lo que sí ha pasado a la historia es que él escogió personalmente el diamante, que entre todos los colores eligió el azul que veía en los ojos de su hija, y era el color emblemático de la casa Austria, el azul celeste de las aguamarinas. Pero lo que es más, puso en juego el mejor matrimonio posible de la época porque le obligó al emperador Leopoldo a poner por escrito que reconocía a su mujer sus derechos sobre la corona Española y que si pasaba algo al heredero ella volvería a España para ser reina. El tiempo no lo hizo posible, años después su hermano Carlos II murió y hubo una guerra. Por lo demás, el Danubio
todavía no era azul, pero ella siempre se sintió en España,
porque no por nada Viena es la única ciudad del mundo donde un rey
mandó construir una iglesia con una única condición
arquitectónica, que estuviese orientada a España, como su
corazón.
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