ANTROPOS
El que habla.
El primer texto escrito que se refiere
al ser humano es de Sófocles y utiliza el término “antropos”.
Sobre el sentido de la palabra griega “antropos” hay un debate etimológico
sin fin.
La mayoría sostiene que se
traduce como “el que habla”, otros como la sombra, que nos gusta más,
y la más convincente como “el que quiere lo que no tiene”. En lo
que sí hay coincidencia es que Sófocles define al hombre
como la «más extraña» de las criaturas.
Pero el tiempo ha demostrado que
Sófocles nos sobreestimaba, que ni somos sombras ni hemos nacido
para hablar. Nuestra boca y nuestra lengua están hechas para comer,
no para hablar, y gracias a una chapuza en la evolución genética
somos capaces de hablar siempre que se nos enseña. Porque al igual
que andar erguidos, va contra la naturaleza, y cuando aparece un niño
abandonado en la selva, siempre anda a cuatro patas y no habla, sólo
utiliza la boca y la lengua para gruñir y comer.
Realmente somos solamente monos,
eso sí, amaestrados, educados en una serie de normas a las que nos
aferramos. Si una persona bien amaestrada se sienta junto a otra que come
con la boca abierta dirá qué mal amaestrado está y
lo rechazará porque no son de la misma escuela de domesticación.
Seguramente somos el único
animal que mata por placer, mientras que todos los demás sólo
lo hacen para alimentarse.
Somos monos, pero nos vestimos con
disfraces para renegar de nuestro origen y nos inventamos nombres preciosos,
como “antropos”, que seguramente significa mono amaestrado que sólo
valora lo que tiene cuando lo pierde.
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