VIAJE A LAS NUBES

Había aprendido a mirar las nubes.

A veces sólo podemos viajar por una azotea durante meses.

Son pocos metros sin nada que ver alrededor. No queda más remedio que andar los mismos pasos monótonos de cada día recordando otros lugares.

Pero de pronto uno mira a lo alto y descubre un cielo cambiante. Sol, nubes, tormentas, azul turquesa, azul marino, el ruido de los pájaros que revolotean alrededor. Los arrumacos de las parejas de palomas.

Decía el viajero que para viajar bastaba con mirar al cielo y descubrir las nubes, los cambios de colores, las aves.

Es un viaje distinto al que sólo se llega por necesidad, cuando no hay nada a lo que mirar, salvo al cielo.

Es otro tipo de viaje, un viaje interior, un viaje a la vida sencilla, sin nada especial que hacer ni que descubrir.

Es un viaja a la rutina familiar. A la tranquilidad de la casa. A los nuestros que siempre están al alcance de unos pocos pasos.

El cielo es un escenario cambiante. El día. La noche. El azul. El blanco. El gris. El olor a tormenta. El sonido de las aves.

Este viaje lo vivió el viajero desde una azotea durante unos meses de primavera, de los que sólo recordaba que había aprendido a mirar las nubes.