VIAJE AL DESAMOR

Y el viajero entró en un jardín lleno de flores sin que pudiese ver ninguna.

La primavera se empieza a sentir con el calor, el otoño con las hojas amarillas. Siempre hay signos que anticipan los cambios.

El tiempo desgasta el amor o lo fortalece. Dicen en los portugueses que el amor es como la luna, cuando no crece, disminuye.

Un día el viajero escuchó un reproche. Era algo pequeño, era algo que antes era una broma, pero pasa el tiempo y los sentimientos se enrancian.

Ese día el viajero supo que estaba cambiando el color de las hojas.

De joven, cuando el viajero veía cambiar el color de las hojas quemaba los árboles y esperaba sin prisas a que volviesen a rebrotar. 

Era como amputarse un miembro gangrenado. De joven no se tiene paciencia para las curas y sobra el tiempo para esperar.

El viajero viejo sintió el peso del tiempo y temió la soledad. 

El viajero se quedó triste porque sabía que las gangrenas no se curan, se dice que se curan, pero no es cierto.

Sabía que había llegado el desamor, sabía que era cuestión de tiempo. Sabía que así no merecía la pena. Sabía que no quería problemas. Sabía que lo quería todo y que no daba nada. Sabía que sin ilusión no hay nada que merezca la pena vivirse.

Al día siguiente ella le dijo que le quería mucho. El viajero miró al suelo y le dijo que se diese prisa, no fuese a llegar tarde. Ella desapareció en la carretera y el viajero entró en un jardín lleno de flores sin que pudiese ver ninguna.