VIAJE A LAS PLANTAS DE LAS ABUELAS

Aguanta, resiste que vendrá el agua y revivirás.

Paseando por la montaña se encontraron a un hombre distraído que llevaba una enorme y gruesa vara en que apoyarse. Le saludaron y el hombre les devolvió el saludo con una pregunta ¿os interesan las plantas?

Así que a ella se le iluminó la cara y le fue siguiendo planta por planta dejando atrás al viajero.

Aquel hombre sabía la denominación en latín de todas las plantas de la montaña. Realmente lo sabía todo y no paraba de hablar y de señalar plantas.

Hablaron de las plantas que habían visto en los viajes. De los viajes para ver plantas. De la larga caminata para ver el tejo milenario de la sierra, de los castaños abuelos, de las sabinas sorianas y los robles segovianos.

Ella deshojaba ramas y adivinaba el nombre de los árboles. No siempre estaba tan ajena a todo, tan feliz en su mundo de bruja.

Al viajero le dijo que lo que él llamaba la planta de su abuela se llama mejorana silvestre, tomillo blanco. El viajero prefirió siempre llamarla la planta de la abuela que, al pasar a su lado, siempre se frotaba sus manos con ella para quedarse con ese aroma de eucalipto.

Son muchas las clases de tomillos de la montaña.

Ahora los tomillos están secos pero en poco tiempo volverán a dar flor, decía aquel hombre.

A veces nos falta el agua que nos da la vida pero hay que seguir resistiendo hasta que vuelva el agua.

Esto es lo que nos enseña el tomillo de la sierra. Aguanta, resiste que vendrá el agua y revivirás.