14
de agosto de 2017
LOS HIJOS Y LAS EXPECTATIVAS Palabras que se dicen por no estar callado. Un jardinero planta semillas y luego se queja de que las flores no son las que esperaba. Lo mismo sucede con los hijos y los hijos con los padres. Seguramente los hijos esperaban un tipo de padre especial, con éxito, que les acompañase en sus juegos, joven, deportista, que les perdonase sus faltas. Los padres seguramente esperaban hijos más cariñosos, responsables, trabajadores, que triunfen. Plantamos una semilla y el fruto no tiene que ser lo que esperamos. Eso es la jardinería, de lo contrario sería una fábrica de producción con moldes, sin sorpresas, sin imprevistos, todo mecánico. Pero la vida si es algo es imprevisión. El secreto es valorar lo que tenemos y no suponer que se puede programar a una persona. Una persona es el resultado de muchas circunstancias. Hay que valorar y aceptar lo que se tiene. De hecho, si se clonase a una persona y se educase exactamente igual que otra, el resultado sería una persona absolutamente diferente. Ese es el gran secreto de la vida, la imprevisibilidad. Es frecuente escuchar a los padres decir ¿por qué me ha tocado un hijo así? Son esas cosas que se dicen sin pensar. Si en ese momento viniese un hada de cuento y le dijese al padre: “perfecto, te llevo al pasado, olvidas todo lo vivido, y te cambio el niño por otro”. Todos los padres saldrían detrás del hada con un palo para que se fuese y no volviese. Los hijos no son lo que esperamos y tampoco tienen porqué serlo. Tampoco los padres somos lo que esperan nuestros hijos ni tenemos porqué serlo. Somos lo que somos, con las cosas buenas y malas, pero sabemos que somos irremplazables para nuestros hijos y que ellos son irremplazables para nosotros. Lo demás
son palabras que se dicen por no estar callado.
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