VIAJE AL COLOR VERDE AGUA

Esto no nos va a vencer. 

Cuando ella le pidió que se sentase, que estuviese tranquilo, que le tenía que contar algo que había sucedido … cuando ella le contó su enfermedad, al viajero sólo se le ocurrió besarla, tranquilizarla, restar importancia, transmitir esperanza.

Nadie está preparado para este viaje, para este golpe. Es como si fuésemos por la calle y un árbol cayese sobre nosotros de repente, como un meteorito que sale de ninguna parte y nos impacta de lleno.

Es un golpe que cambia nuestra vida para siempre. Todo era distinto hace un segundo. Todo será diferente a partir de este segundo.

Todo sucedió una mañana al inicio del otoño. Por la tarde paseaban de la mano y hablaron del futuro, un futuro posible solo con desearlo.

Esto no nos va a vencer. 

Fueron años de sufrimiento, de compañía, de miedos, de dolor físico, de temor ante las visitas a las revisiones y a la cara que se le ponía al médico al abrir el sobre de las últimas pruebas. Aquel sobre blanco que quemaba en las manos y que nunca se atrevieron a abrir. Aquellos paseos a la salida de los hospitales después de escuchar lo más terrible … y de vuelta volver a hablar del futuro. 

Esto no nos va a vencer. 

Un domingo por la tarde y dos niños empujando la silla de ruedas de su madre por el pasillo del hospital. Todo lo demás se resume en este momento de ceguera infantil en que no se quiere aceptar lo que está pasando. 

Cuando acabó el viaje hicieron escribir tres palabras doradas y enormes sobre una cinta malva: tus tres mosqueteros, como ella llamaba a sus tres hombres.

Los tres mosqueteros se habían quedado sin reina a la que defender con sus espadas de juguete. 

Con los años y las canas comprendieron que su recuerdo siempre les salvaba cuando todo parecía perdido. Bastaba con mirar la pintura de una mujer vestida en malva que soñaba con el color verde agua de su tierra.

Esto no nos va a vencer.