9 de septiembre de 2016

LA FELICIDAD SE APRENDE CON LA EDAD

Envejecer da la felicidad.

Cuando escuchamos la canción de cumpleaños feliz no prestamos atención a su verdadero significado: qué bien que eres más viejo porque envejeciendo vas a alcanzar la felicidad.

Vamos que la felicidad no viene de fábrica o si viene, porque basta ver jugar a los niños, nos empeñamos en perderla.

En las encuestas sicológicas sobre la felicidad se acredita que la gente está muy satisfecha hasta la veintena, luego desciende hasta la cincuentena y a partir de entonces aumenta la sensación de felicidad. Pero lo curioso es que esta sensación de felicidad crece progresivamente desde los 50 y se mantiene hasta en personas que superan los 90.

La mayor parte de las personas dan una puntuación elevada cuando se les pregunta por su satisfacción con la vida durante los primeros años de la década de los 20. Después, esa satisfacción desciende, con el punto inferior alrededor de los 50. A partir de ahí, la felicidad crece progresivamente hasta incluso la década de los 90.

El estudio estadounidense sobre edad y bienestar psicológico, basado en la respuesta de 1.546 personas de EE. UU. y publicado en la revista Journal of Clinical Psychiatry por investigadores de la Universidad de California en San Diego, muestra una tendencia a sentirse mejor con uno mismo y con la vida “año tras año y década tras década”. 

Además, se observa que pese al deterioro físico y cognitivo, la salud mental de las personas mayores era mejor que la de los más jóvenes. Por contra, los autores vieron que los jóvenes en la veintena y la treintena tenían elevados niveles de estrés y más síntomas de depresión y ansiedad. El matiz que incorpora este artículo respecto a otros anteriores que exploraron las relaciones entre la edad y el bienestar psicológico es que, en lugar de la habitual forma de U, la progresión del bienestar es lineal desde los 20 a los 90.

Otro mecanismo al que apuntan los responsables del estudio es que con los años se gane habilidad en la gestión de las emociones y en la gestión de decisiones sociales complejas. Todos estos recursos, además de con el aprendizaje vital, pueden estar relacionados con cambios físicos producidos por el envejecimiento. Según explica el investigador Dilip Jeste, autor principal del trabajo, se ha visto que “la amígdala, la parte del cerebro asociada con la percepción emocional, se vuelve menos sensible a las situaciones estresantes o negativas”. Además, “los niveles de dopamina en el circuito de recompensa del cerebro descienden con la edad”, añade. Ambos cambios facilitan el control de las emociones y generan una mayor sensación de bienestar.
 


 

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