8 de agosto de 2016

EL ÚLTIMO BESO A UN PADRE.

Gracias a los voluntarios que asisten a los enfermos en fase terminal.

Las obligaciones de la vida impiden a muchos hijos acompañar a sus padres en los últimos momentos de su vida. Es un consuelo saber que en ese momento no estuvieron solos y que alguien, un desconocido, les dio el último beso en nombre de sus hijos.

Uno de los mayores reproches que quedan en la vida es no haber estado presente en los últimos momentos de un familiar con una enfermedad terminal. La vida conlleva muchas obligaciones y es imposible permanecer siempre al lado del enfermo. Seguramente esto era posible en una sociedad rural y ancestral, pero resulta imposible en el mundo de hoy en día.

Afortunadamente hay miles de personas que acompañan cada día a enfermos que reciben cuidados paliativos. Son sus cuidadores o simplemente voluntarios que emplean unas horas al día en un hospital. Gracias a todos ellos.

Dicen que el beso más difícil no es el primero, sino el último. Unos tienen la suerte de poder recordar el último beso que dieron a sus padres, otros tienen el consuelo de pensar que aunque no estuvieron alguien extraño, lleno de generosidad, ocupó su puesto y dio en su nombre este último beso que se recibió como lo que era, el último beso que a todo hijo le gustaría poder haber dado a su padre.
 


 

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