8 de agosto de 2016

VIAJE A DON ROMERO, EL REY DE LOS ROMEROS.

Abandonado en el suelo, tan grande, tan enorme y tan caído.

Don romero era un romero de gran tamaño, con sus cuarenta o cincuenta años, que creció en el sitio equivocado, a los pies de un poste de teléfonos.

¿Vanidoso? 

Pues claro que era vanidoso. Como no se va a ser vanidoso cuando uno es el mejor romero de la zona y ha nacido en una acera, completamente solo, junto a un poste de teléfonos.

Con los años el poste de teléfonos se fue deteriorando y alguien pidió que lo cambiasen, así que cuando llegaron a cambiarlo no pareció importarles que a sus pies estuviera el mejor romero de todos.

Lo arrancaron … Lo arrancaron … Lo arrancaron de una pieza cortándole todas sus raíces, que ahondaban por debajo de aquella acera adentrándose bajo el asfalto de la carretera. 

Aquella misma noche el viajero se lo encontró. Estaba junto al nuevo poste de teléfonos recién puesto. Abandonado en el suelo, tan grande, tan enorme y tan caído.

El primer pensamiento fue llevárselo a su jardín. Era muy voluminoso, pesaba, pero el viajero le lanzó la mano para que se agarrase a ella con sus raíces y así juntos, los dos solos, bajos la estrellas, subieron la cuesta y llegaron al jardín.

Los jardines siempre tienen dueña, no quieren tener dueños. Esto pasa desde el principio de los tiempos cuando el primer jardín, que es lo que significa la palabra paraíso, se quejó de que no podía ser un verdadero jardín sin su dueña y sus manzanas. 

El viajero hizo saber a su dueña que volvía acompañado con un malherido y ella sin apenas dudarlo les permitió el paso.

Adelante que te dejan entrar, le dijo el viajero a don romero.

Allí lo replantaron de inmediato, lo regaron durante días y días y días, pero el verano era muy caluroso, las raíces todas cortadas. Hicieron lo imposible. El romero, como lo que era, el rey de los romeros, luchó por su vida hasta el último momento.

Cuando llegó su final no fueron capaces de quitarlo y su tronco pelado, sus huesos, quedan allí firmes recordando que un día don Romero, el rey de los romeros, luchó por su vida después de un golpe de mala suerte.

Ella aprovechó un viaje a la costa del norte, allí donde acaba la tierra, y llevó algunas de sus hojas secas a la catedral donde hacen bailar desde lo alto, colgado por una cuerda gigante, un recipiente lleno de romero ardiendo que de lado a lado de la catedral la inunda del olor del camino, el olor de un romero, don romero, el rey de los romeros.


 

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