9 de mayo de 2016

VIAJE A LA VIDA SALVADA.

Cuando nos salvan la vida.

Decía el viajero que los padres nos dan la vida y no sabemos ni podemos corresponder. Luego una mujer nos cuida y nos salva la vida y tampoco sabemos ni podemos corresponder.

En ambos casos están a diferente nivel de generosidad. Los padres porque son padres y siguen la fuerza protectora de la naturaleza. Las mujeres, porque no sólo dan la vida, sino que la cuidan, la salvan. Está en su naturaleza.

De jovencito al viajero ya le había salvado la vida una mujercita cuando se puso a experimentar con un motor de una moto que perdía gasolina. Cuando sucedió lo inevitable la jovencita le tiró un cubo de agua que inteligentemente tenía preparado. El joven viajero quedó empapado pero salvado. Era la primera vez que una mujer le salvaba la vida pero no sería la única. La vida no se salva sólo físicamente sino cuando se rescata a una persona de una tristeza insuperable y se le devuelve a la vida.  

Hubo muchas veces pero en una ocasión, durante aquel viaje al Rajastán, el viajero sufrió una grave infección de amebas. Era una época en la que era normal y además había conflictos en la frontera. Viajaron a medio camino entre el riesgo y el lujo de los palacios de los marajás reconvertidos en hoteles.

Cuando ya se puso bastante grave, el viajero probó todas las medicinas occidentales que llevaban el resto de viajeros, pero ninguna era eficaz. 

Ella insistió en que llamasen al médico pero el viajero se negaba irresponsablemente.

Al ver que la situación se agravaba, ella actúo sin contemplaciones, se fue a la recepción y pidió un médico urgente. 

Cuando llegó el médico, el viajero ya había perdido toda esperanza de sobrevivir. No tenía fuerzas ni para hablar.

El médico sacó de su maletín una bolsa del tamaño de un puño llena de pastillas multicolores. Era un cóctel de antibióticos. 

Ella le pidió que confiase y finalmente el viajero accedió a tomarse aquella bolsa de pastillas. 

Lo hizo por ella y porque se sabía sin fuerzas para poder llegar a un lugar donde le pudiesen curar. Dijo que sabía que si le metían en un avión y le llevaban de vuelta a su país no llegaría. Nunca se había sentido peor ni más débil.

El médico se fue y no pasaron ni dos horas cuando empezó a sentirse mejor. 

Ella le salvó la vida, ella le cuidó hasta tenerle a salvo de vuelta. No era la primera vez que lo hacía. Ya le había salvado otra vida en otro viaje lleno de excesos por los Alpes. 

El viajero sabía que vivía gracias a ella.  

Ella no era de muchas palabras, era de hechos, como toda la gente del norte. No sólo le salvó la vida, no sólo sobrellevó a su lado las malas rachas, no sólo le regaló toda la confianza en sus proyectos, no sólo le confió las vidas que habían creado, sino que además se fue diciéndole que había sido muy feliz a su lado.
 


 

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