23 de diciembre de 2016

VIAJE A LA PALABRA TE QUIERO

El viajero decía que esas cosas no dicen, se bailan y las palabras sobran. 

El joven viajero decía que no se puede decir “te quiero” si nuestra pareja lo ha dicho antes. Así que sólo quedaba para el primero que lo había dicho. No le gustaba escuchar “y yo también”. Le sonaba como un compromiso. Como me dice que me quiere pues le contesto que yo también y todos contentos.

Luego se le quedó pequeño eso de escuchar “te quiero”. Le parecía demasiado posesivo, y querer a una persona no es desear una propiedad, es todo lo contrario, es dar. Los antiguos lo decían mejor con aquello de “me entrego a ti”. Eso es, como una rendición.

En inglés se pasa del I like you (me gustas, como te puede gustar una moto), I want you (como pertenencia), I love you (te amo) y I fall in love with you (caer, rendirse, entregase por amor con otra persona).

El ser humano es extraordinario y su capacidad de amar y entregarse demuestra que lo natural es querer a otra persona, no estar solo sino querer y ser querido.

A veces el ser humano se enfrenta a retos tremendos que supera gracias al amor. Como el hombre que descubre un amante a su mujer y le suplica que siga a su lado, el hombre al que le deja su mujer y cuando vuelve a enamorarse de otra aparece ella y le pide empezar de nuevo.

Amamos, nos desenamoramos, y en este trasiego se nos pasan los días. El amor no se olvida. Donde hubo fuego siempre queda rescoldo, decía el viajero. Por eso le daba tanto miedo decir te quiero, ni siquiera con el truco cruel de Neruda: te quiero aquí y ahora. El amor no es temporal, si lo es no es amor. El amor no es único porque la vida no es única. La vida en un viaje de amores y desamores. Y todos ellos siguen siempre aquí y ahora porque nadie olvida a nadie.

Amar, decía el viajero, es aceptar, rendirse y aceptar. Aceptar que el amor no tiene límites y ser aceptado con nuestro pasado, una vida igualmente llena de amores y desamores.

El viajero no decía ni te quiero, ni te amo. El viajero decía que esas cosas no dicen, se bailan y las palabras sobran. Que esas cosas no se dicen, se demuestran, y la vida nos enseña si nos querían o solamente se quedaron con nosotros. Lo único que lamentó con el mayor dolor fue el daño que había podido hacer. ¡Cuánto duele hacer daño a quien te quiere!, decía el viajero mirando el cajón de las fotos que nunca se atrevió a abrir.
 


 

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