11 de octubre de 2016
¡NECESITO QUE MI HIJO ME QUIERA! Un consejo para un padre. Hay un truco infalible para esos momentos de desesperación en los que un padre no puede con los hijos. En que los hijos no están al lado sino enfrente. Son momentos de desesperación, de impotencia, en los que a un padre se le pasan por la cabeza un millón de cosas. En esos momentos sólo hay un remedio para un padre. Un remedio que funciona en esos días en que todo ha salido mal, en que se llega a casa agotado, en que muchos problemas se los guarda uno para no asustar, y encima uno tiene que enfrentarse con la difícil tarea de ser padre, mejor, de ser un buen padre. El remedio es cerrar los ojos, no escuchar nada, no decir nada, y escaparse en el tiempo a ese instante en que cogió por primera vez a su bebé, lo besó, lo abrazó y supo que su vida ya no importaba. Ese recuerdo lleno de amor arranca fuerzas y paciencia en los peores momentos. Cuando se vuelven a abrir los ojos no se ve a un adolescente, se ve a una criatura en los brazos de un padre que se enfrenta al reto de convertir en una buena persona a ese bebé. Los padres participan en la formación de sus hijos pero no son todo, los hijos tienen su personalidad, el entorno también les educa, la época que les ha tocado vivir, etc. Casi siempre funciona este truco, pero si no funciona hay otro que es infalible. Es cerrar los ojos e imaginarnos a nuestro padre cuando tenía la misma edad que nosotros en este mismo momento. Recordar como nos hablaba y recordar como escuchábamos. En sus palabras estaban las respuestas porque nada cambia en el mundo de los padres y los hijos. Ese mundo no necesita de trucos, basta con abrazar a ese adolescente gritón y gritarle a la vez al oído ¡qué suerte tengo de que seas mi hijo! El hijo tiene que saber que el padre
también necesita ser querido por su hijo y a veces hay que decírselo
así de claro para que lo entiendan. ¡Necesito que mi hijo
me quiera!
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