15 de enero de 2016
LOS ADOLESCENTES SÓLO QUIEREN QUE SE LES DE VALOR Qué suerte que seas mi hijo. Un padrazo le dijo a un hijo torpón que llegó casi el último en un maratón en el que se había perdido, a pesar de tener el mismo recorrido que desde su casa al colegio, que había quedado delante de unos cuantos. El buen padre se había tomado la molestia de contar a los pocos que quedaron detrás y de pasar por alto a los cientos que iban delante. Esto reconfortó al adolescente que se esperaba un reproche por mal deportista y descabezado. No se trata de ensalzar al adolescente que sabe que carece de méritos, sino de abrir bien los ojos para encontrar eso que le importa, eso que le gusta, encontrar un momento para escucharle y poner en justo valor sus méritos. No es sólo para que tenga
autoconfianza, no es sólo para sepa que se le valora en un momento
tan difícil como la adolescencia, no es sólo para que comprenda
que se le quiere tanto como cuando se le acunaba o se le enseñaba
a andar, es para que aprenda que todos necesitamos ser queridos y mucho
más cuando se es adolescente.
En las reuniones familiares el adolescente ya no puede ser el niño que calla y escucha. El adolescente necesita sentirse parte de la familia, contar lo que para él es importante y sentirse escuchado. Y todo esto sin reproches, que son otra cosa a la necesaria corrección. Cada reproche, que es lo más parecido a un insulto, abre una brecha entre el padre y el hijo adolescente. Y todo esto dando las gracias al
final de un día juntos o de un curso aprobado. Gracias por regalarme
un día tan feliz a tu lado o gracias por regalarme este triunfo.
Qué suerte que seas mi hijo.
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