5 de agosto de 2015

VIAJE A UNOS PALOS

Detrás de cada hijo hay unos padres. Somos lo que ha quedado de otros.

Cada verano el viajero pintaba un cuadro. Sin técnica, sin sentido, con sentimiento, como se dice del flamenco entre amigos, a lo que salga. 

Un verano quiso ser escultor y pensó en palos, cosas del flamenco.

A la vista de los cuadros todos se asustaron. Era fácil esconder un cuadro en el pasillo trasero de una casa, pero otras cosas ...

Lo peor es que pidió permiso para poner palos en la verja de la casa de todos. A lo mejor ni siquiera pidió permiso sino que empezó a colocar palos en la verja una tarde de verano. 

El flamenco es una herencia, un arte que tiene sus raíces en las jarchas, de esas raíces nace el árbol del flamenco, un árbol que no tiene ramas, sino palos. Pero sobre todo, un árbol siempre vivo.

Y así empezó el viajero, colocando en la verja familiar los palos y troncos que junto a ella recogía en la cima de la montaña. Un lugar en el que la espesura del bosque no deja ver el cielo. Un lugar paseado de la mano de los mayores, decía el viajero.

Es imposible explicar como quedó la verja. A cada tronco le salían palos como si fuesen ramas. A primera vista todos pensaron que el viajero quería imitar a los árboles, seguramente árboles muertos, como el recuerdo de los árboles que un día llenaron el jardín.

El viajero no los veía como todos, los veía al revés, como si le hubiesen dado la vuelta dejando los pies en lo alto y la cabeza en el suelo. Así que el viajero no veía árboles con sus ramas, veía raíces. O mejor, troncos de los que salían raíces que llegaban hasta el cielo de la montaña de piedra que estaba al fondo. 

Aquellas raíces ya no quedaban hundidas en la tierra, se habían dado la vuelta y venían de lo alto, de la luz, y sus troncos se hundían en la tierra para recordar que somos lo que ha quedado de otros.

Llenó la valla de troncos y palos para no ser vistos, para ser cubiertos por nuevas plantas, pasionarias, jazmines y rosales. Para recordar cada día al levantarse, durante el primer vistazo al jardín, cuando se respira la tierra al amanecer, que sin nuestras raíces no somos nada, ni siquiera existimos. Para recordar que detrás de cada hoja del jardín había una raíz, como detrás de cada hijo hay unos padres. 
 


 

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