31 de julio de 2015

UN HIJO, UN REGALO DE POR VIDA.

Decía un padre insuperable que tener un hijo es como si te regalasen una maleta. Das las gracias, dices que bonita y te responden que tienes que cargar con ella de por vida. Estés donde estés siempre sentirás la responsabilidad paterna.

Es algo inseparable a la condición de padre. El primer y último pensamiento del día es para los hijos. ¿Estará bien?, ¿qué podría hacer para ayudarle?, ¿se acordará de llamarme alguna vez?

La paternidad es el mejor regalo de la vida, pero el verdadero padre, el que merece este regalo, es el que se siente responsable para siempre. Quizás se caiga en el error de la sobreprotección, pero es inevitable. La sobreprotección es un sentimiento de seguridad que tiene todo hijo. Todos sabemos que cuando todo vaya mal, cuando no nos abran ninguna puerta, siempre quedará abierta de par en par la casa paterna. Un padre no tiene nada que no esté dispuesto a compartir con su hijo.

Mientras queda vida, esa maleta, esa responsabilidad, sigue al lado del padre. Por eso, cuando la maleta coge el camino equivocado, el padre corre tras su maleta, a veces ni se atreve a cogerla, pero sigue de cerca, hasta que llegue al almacén de objetos perdidos. Hasta allí llegará el padre, disimulará como si no supiese los pasos que ha dado la maleta hasta perderse, y al recogerla se alegrará de recuperar su maleta y dirá que se perdió por su culpa, que ya nunca se volverá a perder. 

Es que las maletas tienen que perderse y las puertas se han hecho para abrirse. Qué gracias hay que dar por el regalo. Es lo único que da pleno sentido a la vida.
 


 

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