11 de junio de 2015

¡LLEVAS PANTALONES PORQUE TE LOS HE COMPRADO YO!

Los tiempos cambian y el hombre ha dejado de ser el gran suministrador de la familia. Muchas mujeres triunfan en el mercado laboral y asumen la carga económica de la familia. Esto es positivo, el problema es cuando algunas mujeres copian los malos hábitos machistas que tanto se han criticado en el pasado. En épocas en que las mujeres se quedaban en sus casas, el único salario que entraba en el hogar era el del hombre. Algunos hombres no valoraban el esfuerzo de sus mujeres y reprochaban que ellos eran los que pagaban las facturas. Ahora la crisis ha dado la vuelta en muchas familias, pero lo que estaba mal en los hombres está igual de mal en las mujeres. 

La frase de llevar los pantalones es un clásico de otras épocas. Ya no tiene mucho sentido porque todos y todas llevan pantalones. Llevar los pantalones significaba ejercer el poder porque en esta época sólo los hombres llevaban pantalones. Se tenía derecho a mandar por el sólo hecho de ser hombre, lo que implicaba ser quien aportaba un salario a la familia.

Si se aplicase esta misma regla a la situación actual en la que muchas mujeres aportan a la economía familiar mucho más que sus parejas cabría sostener lo mismo, pero no sería lo correcto porque tampoco lo era antes. Sustentar económicamente la familia es algo voluntario. Quizás no lo sea sustentar económicamente a los hijos, pero sí a la pareja. Si un hombre que antes regalaba uno vestido a una mujer no podía reprochárselo al día siguiente, lo mismo sucede con la mujer que voluntariamente acepta regalar una corbata a su pareja.

Las relaciones económicas en la pareja siempre están llenas de espinas. Una cosa es una mala racha y otra es una actitud de querer vivir a costa de otro. El equilibrio es lo más aconsejable y la sociedad actual permite que el hombre y la mujer se desarrollen por igual en el mundo laboral.

El error es pensar que se manda porque se aporta más económicamente. Antiguamente había hombres que decían que mandaban más por el hecho de ser hombres, aunque sus mujeres fuesen unas ricas herederas. No era una cuestión sólo de dinero aunque por lo general también de dinero, era una cuestión de género felizmente superada.

Con la crisis económica es más frecuente ver a hombres haciendo funciones de la casa que antes estaban relegadas a las mujeres, por ejemplo ir a la compra, recoger a los niños, cocinar, todo eso.

Ahora cuando quieren unos pantalones dependen del salario de su mujer, que en muchos casos es el único salario que entra en la casa.  

Seguramente es muy humillante para muchos hombres pasar por esta situación temporal que en muchas ocasiones se alarga durante años.

Y precisamente por eso, porque ya es suficientemente humillante, no son de recibo esas cosas que se dicen cuando se pierden los estribos. Cosas de las que seguramente muchas mujeres se arrepentirán, pero cosas que dejan entrever el mismo carácter prepotente de aquellos hombres a los que tanto criticaban sus abuelas, los que decían que eran ellos los que traían un sueldo, los que no daban valor a nada que no fuese su propio trabajo.

Vivir en pareja requiere saber callar, saber respetarse y apoyar a la pareja a recuperar su autoestima. Nadie está obligado a hacerlo ni a vivir en pareja, es una opción de vida.

Los que no respetan estas reglas de respeto, sean hombres o mujeres, paguen o dejen de pagar, son igual de déspotas, prepotentes y miserables. Son aquellos que no saben disfrutar sintiéndose útiles y generosos sin reprochar nada.
 


 

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