12 de enero de 2015

LOS TEMORES DEL PADRE SOBREPROTECTOR.

En Estados Unidos tienen un apodo, son los padres helicópteros, porque no dejan de sobrevolar alrededor de la vida de sus hijos.  Son padres que asumen que sus hijos no dan la talla y que en cuanto les suelten de la mano se estrellan. Así que si pueden les solucionan la vida para que hagan lo menos posible, que en muchos casos es la solución más barata, o les llevan de la mano hasta la entrevista de trabajo o hasta rellenar la matrícula universitaria. Es un contrasentido entre el amor de padre y la duda razonable de que los hijos no se valen por sí mismos.

Según un estudio publicado en el National Bureau of Economic Research por los economistas Matthias Doepke y Fabrizio Zilibotti, la desigualdad y la crisis económica hacen a los padres más controladores. Se llega a la conclusión de que la elección del modo en que se educa a los hijos está influenciado por incentivos económicos. En los años 60 los padres eran más permisivos porque los trabajadores poco cualificados ganaban casi tanto como los cualificados.

Según este estudio, en las últimas décadas el sistema ha cambiado y los niños que no logran completar su educación ya no pueden aspirar a una vida de clase media, así que los padres se han vuelto sobreprotectores. No es que los padres utilicen la violencia, sino que utilizan estilos educativos persuasivos con los que impulsar a los hijos a elegir trabajar más y pensar más en su futuro.

Los modelos autoritario y persuasivo tienen costes en términos de tiempo, esfuerzo y preocupación, pero son rentables porque el hijo responde, en el sentido de que hace más lo que se espera de él.

La explicación radica en que, ante tiempos difíciles para la economía, los padres buscan que sus hijos resalten sobre la media para poder tener un buen trabajo y tener las mejores notas en el colegio. 

En Estados Unidos, por ejemplo, 1 de cada 10 alumnos tiene un “padre helicóptero”. Lo llevan al trabajo, van a hablar con sus profesores si las notas no son buenas, incluso piden revisar los exámenes y hasta les completan la solicitud de ingreso a la universidad. 

Pero el fenómeno no está aislado en Estados Unidos, se ha generalizado a la clase media de todo occidente. En el trasfondo está el sentimiento de culpa de los padres, que se culpan de no hacer lo suficiente, pues según Matthias Doepke y Fabrizio Zilibotti, los padres saben que hay una recompensa más grande para la gente con mucha educación y habilidades. 

El "padre helicóptero" interviene en todos los aspectos de la conducta de su hijo, incluso llamando a los profesores cuando el hijo ya tienen una edad adulta, o incluso al entrevistador de una oferta de trabajo para saber como le ha ido al hijo.

Tras muchos años de crisis, el padre sobreprotector teme no ganar lo suficiente para ayudar a su hijo (da por supuesto que o le ayuda o no sobrevive) y llega a temer que incluso pueda convertirse en una carga económica para sus hijos si persiste la mala situación económica. El resultado es una sociedad temerosa en que los padres pobres se presentan como amenazas para sus propios hijos. 

Si nos remontamos 30 años, la primera generación de niños sobreprotegidos (helicópteros) fueron criados por un nuevo grupo de padres de clase media alta que estaban desesperados por permanecer allí. Seguramente porque venían de la pobreza y sus propios padres carecía de formación universitaria. A partir de los 90 la educación se convierte en un negocio especulativo, especialmente en los posgrados, debido a que los padres están dispuestos a arruinarse con tal de que sus hijos puedan lucir un master en su currículo. Algo que les diferencie, ya sea los viajes al extranjero para hablar inglés, clases particulares, lo que sea.

La sobreprotección de los hijos también es un fenómeno social, por ejemplo, en los países nórdicos no se cuentan los goles de los partidos de fútbol de niños menores de 12 años, ya que todos ellos deben sentirse como ganadores.

La sobreprotección también tiene efectos en los padres. Entre mediados de los años 1990 y 2008, las madres estadounidenses con estudios universitarios comenzaron a pasar más de nueve horas adicionales por semana en el cuidado de niños; esto se restó directamente de su tiempo de ocio. La mayoría de las crisis de crianza son causadas por el agotamiento. 

El problema de fondo del padre sobreprotector es que seguramente antes de llegar un pesado “helicóptero” ha intentado todo lo humanamente posible para que su hijo comprenda la importancia de ponerse las pilas y prepararse. Y seguramente se ha topado con una generación de chavales que lo tienen todo antes de pedirlo, o incluso antes de saber que lo querían, así que para qué pasarse los fines de semana estudiando. 

Si algún día el padre helicóptero apagase el motor y dijese a su hijo que quiere dejar de protegerle, seguramente la sociedad no se lo permitiría porque se priman los derechos de asistencia familiar, especialmente a favor de los jóvenes.

En el caso de España, la crisis ha puesto en evidencia que si no fuese por la sobreprotección de los padres jubilados con sus hijos, muchos vivirían en la calle por no haber pagado sus hipotecas.

Entre todos los excesos, la moderación, del exceso del padre que llama al entrevistador de una oferta de trabajo o que quiere hablar con el profesor universitario de su hijo, al exceso del hijo que prefiere vivir siendo improductivo. Pero la moderación raramente es posible y en caso de duda el que más ama es que más da, como sucede siempre, y como dice el refrán: un padre es para cien hijos y cien hijos no son para un padre. Así que a seguir sobreprotegiendo y a seguir siendo criticados por querer que por lo menos aprovechen las oportunidades de las que otras generaciones no han disfrutado.
 
 


 

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