10 de diciembre de 2014

LA VIUDEDAD ENTRE EL DUELO Y LA ACEPTACIÓN SOCIAL.

Para aproximarnos al tema nos hicimos eco de un artículo escrito por un bloguero americano, Oren Miller, el día en que se enteró de que tenía cáncer de pulmón de máximo nivel. En unas líneas anticipaba lo que esperaba a su esposa el día en que falleciese: "Y mi mujer... Dadle un respiro. Por favor, dejad que se tome un respiro. En el trabajo es de personalidad tipo A, pero en casa siempre ha querido relajarse y disfrutar. Ayudadla a disfrutar. Querrá asumir toda la responsabilidad, pero no la dejéis. Decidle que se relaje. Decidle que se lo tome con calma. Ayudadla a disfrutar de la vida. No la clasifiquéis o le pongáis límites de ningún tipo"

“Y quiero que mi mujer sea feliz. Se merece ser feliz. Ojalá pudiera hacerla feliz ahora mismo”.

“Aceptación y tristeza... creo que pueden coexistir. La tristeza es inevitable -soy humano- e intentar superarla a veces duele más. Pero lo acepto. Acepto que esta vida es finita y acepto que pronto llegará mi hora. Acepto que mi vida haya sido y siga siendo un regalo, y acepto la probabilidad de que no veré a mis hijos crecer”.

“Ella no es una etiqueta ni una burda simplificación. ¿Sabéis quién es ella? Es la hija que todo padre querría tener y la madre que todo hijo querría. Aunque he estado en casa y he acumulado mucho crédito en la crianza de estos increíbles niños, no podría haber hecho nada sin ella. Y ella seguirá criándolos y ellos seguirán creciendo y se convertirán en adolescentes y adultos todavía más increíbles gracias a su madre”.

“Y además es la mujer de mis sueños”.

Este artículo fue publicado originalmente en The Huffington Post y recogimos un enlace a la versión traducida para su debate con nuestros lectores en nuestro facebook, twitter y google+.

Lo titulamos “cuando él no esté” porque queríamos hacer hincapié en la acumulación de desgracias que conlleva la pérdida de la pareja. 

En el caso de la mujer de Oren Miller, por si no fuese poco quedarse sola con todo el peso de los niños, encima se tendría que enfrentar a las críticas porque haga lo que haga estará mal para los que tienen el poco respeto de atreverse a criticar. Y Oren les suplica “no la clasifiquéis o le pongáis límites de ningún tipo"

La pérdida de la pareja es uno de esos sufrimientos que no pueden explicarse. Dicen los que lo han sufrido que es como si se rompiese un jarrón de cristal. Es imposible repararlo. Muchas personas tienen instintos suicidas en esas circunstancias y deben estar bajo el cuidado y vigilancia de sus seres queridos.

Por supuesto, la ayuda a una madre o a un padre con hijos pequeños no puede abarcar el esfuerzo que la maternidad o la paternidad conlleva. Si un matrimonio joven se las ve y se las desea para sacar adelante a los hijos, en el caso de las familias monoparentales todo el peso recae sobre uno solo. Es decir, que en el momento más difícil de su vida, en pleno duelo de viudedad, tiene que tirar de amor a los hijos y de fuerzas que no tiene para sacar adelante la situación y que los niños noten lo menos posible. 

Y la ayuda que viene de fuera a veces es limitada porque todo el mundo tiene su vida y sus propios problemas (el que vive fuera, el que está enfermo, el que es mayor, el que tenía otros planes, el que prefiere no ver la situación, el que dice que cada uno cargue con sus problemas) y a veces será ilimitada (el que no tiene ninguna obligación y pone el hombro, el que no puede pasar y mirar para otro lado, el que quiere ayudar). Todos ellos serán los compañeros de viaje de un padre o una madre que se han quedado viudos.

Y quedan aquellos, por lo general los que menos hacen por ayudar, los crueles de corazón, aquellos a los que Oren les suplica “no la clasifiquéis o le pongáis límites de ningún tipo”. Son los que siempre tienen algo que juzgar. Si rehace su vida, que menudo amor tan olvidadizo. Si no la rehace, que seguro que anda escondiendo algo. No les falta una palabra cruel en su boca hasta que un día ellos enviudan, entonces ya ven la situación de otro modo, y ese día, lo que criticaban lo comprenden.

Una persona que pierde a su pareja empezará por equivocarse, es inevitable, después de un gran amor el sobreviviente se siente culpable, cree que no ha hecho todo lo que podía, intentará cualquier cosa para obligarse a seguir viviendo, y tropezará, se levantará, y seguirá perdido hasta que encuentre una situación que le permita seguir viviendo, no repitiendo, que eso es imposible, pero poniendo algo de felicidad en sus días.

Si algún día escucha a alguien criticar, clasificar, o poner límites de algún tipo a alguien que ha perdido a su pareja, a su marido, a su esposa, y ha tenido que sobrevivir para seguir cuidando a sus hijos, ese día recuerde las palabras de Oren “no la clasifiquéis o le pongáis límites de ningún tipo”. 
 

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