19 de diciembre de 2014

NI INSULTES NI ACEPTES SER INSULTADO.

Sólo es capaz de insultar quien merece ser insultado pero no es necesario hacerlo, el que insulta lo primero que hace es retratarse. A veces se pierde el control sobre uno mismo, a veces no se encuentran las palabras para explicarse razonadamente y entonces llega el insulto que no es más que uno de los muchos disfraces de la violencia; por eso no se puede tolerar, porque es semilla de otras formas de violencia que vendrán después.

El que insulta siempre argumenta que se le insultó primero, que responde a una agresión, que ha perdido la calma porque se le ha ofendido terriblemente, que está tan cargado de razón que explota. No es cierto, son excusas que suponen un nuevo insulto a la inteligencia del que está siendo insultado. Por lo menos podrían tener la dignidad de reconocer que no saben contenerse.

La persona que alcanza un nivel de madurez tiene que aprender a controlarse, a manejar sus iras, por muy justificadas que estén, a no ofender ni provocar con insultos. 

Nadie tiene derecho a insultar a nadie, como nadie puede golpear a nadie, cuando esto sucede estamos retrasando el reloj evolutivo a la edad de piedra. 

Luego viene el arrepentimiento y el violento se excusa por el insulto, como si esto fuese a mejorar en algo el daño que ha causado en la dignidad y autoestima de su víctima.

Tras el arrepentimiento vienen las promesas de que no habrá nuevos insultos. Normalmente es falso, tanto el arrepentimiento como las promesas. Las personas que insultan demuestran que no saben autocontrolarse y eso no se aprende de un día para otro. Mejor que aprendan lejos.

Si algún día recibe un insulto, no caiga en la provocación, escápese, el tiempo es lo único que cura a los violentos, mientras están en erupción es inútil hacerles razonar. Cuando se haya tranquilizado y venga a disculparse, pregúntele qué elija entre disculparle comprensivamente o un insulto proporcional. Mejor no le diga nada, o dígale que sí y que además tenía razón, lo que quiera, pero piérdalo de vista, esa gente no cambia.  
 


 

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