18 de diciembre
de 2014
LA DIFERENCIA SUSTANCIAL DE ESTAR QUEMADO ENTRE HOMBRES Y MUJERES. La diferencia sustancial en los procesos psicológicos de estar quemado (burnout) entre hombres y mujeres se encuentra en las diferentes fases del proceso. La diferencia fundamental entre hombres y mujeres es que los hombres se quejan y las mujeres lo sufren sin quejarse. Lo que conocemos como estar quemado es un estado de estrés crónico que se caracteriza por una combinación de agotamiento, cinismo e ineficacia y produce como efecto la desconexión. En el caso de las mujeres, esta situación se produce antes que en los hombres. Seguramente en el caso de las mujeres ya tiene su origen en la escuela secundaria. Las niñas asumen su responsabilidad antes que los niños (proceso de madurez) y ya empiezan a preocuparse con pasar a la universidad y tener éxito en la vida. Son mucho más autoexigentes que los hombres y se exigen sobresalir en todas las áreas, no únicamente los educativas, sino a nivel de relaciones y todo tipo actividad. Una fase inicial de los síntomas de lo que conocemos como estar quemado en el caso de las mujeres se produce en torno a los 30, una edad en la que el hombre todavía puede ser inmaduro. En esta edad las mujeres perciben que han dedicado muchos años a una carrera y que no es satisfactoria, piensan que han perdido la mejor parte de su vida en una formación que ha implicado mucho esfuerzo de todo tipo y el resultado no es el paraíso prometido. En este momento, muchas se refugian en un hobby o incluso cambian de profesión dando un giro radical a sus vidas. La psicóloga Paula Davis-Laack
señala algunas de las frases que escucha a muchas mujeres de esta
edad:
Los hombres que se exigen un alto rendimiento también se queman también, pero se quejan y las mujeres lo sufren sin quejarse. Las mujeres no se quejan porque piensan que no pueden quejarse que tienen que poder con todo, con la casa, con los niños, con el trabajo, con sus propios padres y se autoconvence de que puede con todo. Por el contrario, el hombre, en cuanto empieza a sentir los primeros síntomas de que está quemado, pone el grito en el cielo y pide (y exige) ayuda a todo el que se le acerca. Es como si gritasen "ayúdame que tengo un problema" o " quiero más de mi vida", el resultado es que los hombres se queman de modo diferente a las mujeres, concluye la psicóloga. Las mujeres tienden a experimentar agotamiento, ya no pueden con todo, luego se engañan a si mimas (se quieren autoconvencer de que no está pasando y que pueden con todo) y el siguiente paso es que dejan de ser eficaces en su labor porque el estrés no les permite atender a todas tus obligaciones. Los hombres siguen un proceso inverso, primero se quejan y luego están cansados. Es decir, que primero ponemos la venda y esperamos a hacernos la herida. Honestamente, no aguantamos ni una décima parte que las mujeres. Somos unos quejicas en comparación con ellas, que merecen ser llamadas sufridoras en el mejor sentido de la palabra. Como decían las abuelas: menos mal que los hombres no tienen que parir. Con la misma honestidad con la que
reconocemos que los hombres nos quejamos mucho antes que ellas, quizás
es hora de reconocer que podemos hacer algo más por ayudar y más
que ayudar, por reconocer y valorar todo sus esfuerzo y valía. Ellas
son nuestras madres, nuestras mujeres, nuestras hijas, nuestras hermanas,
nuestras compañeras de trabajo …. Están demasiado cerca para
no ver que no pueden más.
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