TRABAJO + ESTRÉS = HIPERTENSIÓN.
El estrés influye decisivamente
en las subidas de presión arterial.
Las enfermedades cardiovasculares
son el grupo de patologías que generan mayor coste económico
y social, principalmente, derivado de las bajas laborales y las tasas de
incapacidad que producen en los pacientes.
La actividad laboral se asocia a
un incremento en los valores medios de presión arterial. Así,
diversos estudios señalan que las personas que tienen trabajos estresantes
cuentan con niveles más elevados de presión arterial y, por
tanto, padecen un mayor riesgo de hipertensión en comparación
con los que tienen trabajos más relajados.
El estrés es una activación
sicofisiológica del organismo ante demandas o exigencias ambientales
que valoramos como amenazantes o desbordantes. Cuando se mantiene un nivel
elevado y continuado de estrés en las actividades cotidianas, puede
tener repercusiones en el organismo a través de diferentes trastornos,
tanto a nivel cardiovascular como gastrointestinal, respiratorio, muscular
o dermatológico.
Los expertos han demostrado que
diversas respuestas emocionales generan cambios temporales y algunos desequilibrios
en la homeostasis de los sistemas fisiológicos y, muy especialmente,
aumentos en la activación de la rama simpática. De este modo,
se generan efectos sobre el sistema cardiovascular que conllevan elevaciones
de la presión arterial.
CONSEJOS: COMER BIEN, AUNQUE
NO EN EXCESO, Y HACER EJERCICIO AYUDA.
Organizar bien el tiempo, llevar
una adecuada alimentación, mantener una actitud positiva y realizar
ejercicio físico pueden ayudar a vencer el estrés y a vivir
más relajados.
Pero, a veces, las preocupaciones
no dejan ver el riesgo para la salud.
Sólo un 15-16% de la población
española hipertensa presenta cifras inferiores a 140/90 mmHg. Los
ictus y la cardiopatía coronaria siguen siendo responsables de más
de la mitad de las muertes por enfermedad cardiovascular. Dichas enfermedades,
además, son las que determinan un mayor número de consultas,
hospitalizaciones, tratamientos farmacológicos, incapacidad o invalidez,
a la vez que inciden en una disminución de la esperanza de vida.
Se estima que entre el 40 y el 60%
de los pacientes diabéticos tipo 2 padece hipertensión. El
diagnóstico de ambas patologías al mismo tiempo cada vez
es más frecuente, lo que obliga a ejercer un seguimiento más
exhaustivo de la enfermedad.
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